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lunes, 13 de mayo de 2024

Los movimientos sociales, Milei y el aprendizaje

 

Los movimientos sociales ganaron las calles a principios de esta semana, con sus reclamos a las políticas de ajuste aplicadas por el gobierno, decidido no sólo a sostener sino expandir la pobreza, la indigencia y los umbrales de la muerte para amplificar la concentración de la riqueza.

En ese último sentido, en estos días, pero en otro registro de la realidad, el señor presidente se encontraba en Los Ángeles, Estados Unidos, dando una conferencia en la que les pedía que trajeran inversiones a los millonarios asistentes al Foro del Instituto Milken. Cabe destacar que el fundador de esa institución y anfitrión de Javier Milei es el milmillonario Michael Milken, devenido en “filántropo”; conocido, también, como el “rey de los bonos basura” y que hasta no hace mucho estuvo en prisión condenado a 10 años por fraude, aunque logró el indulto del entonces presidente, Donald Trump. Una lógica que no resiste análisis tratándose de millonarios con fortunas de dudosos orígenes e incluso nada dudosos para el caso Milken, aunque en la concepción del primer mandatario argentino, sean los “héroes”.

¿Debe importarnos como ciudadanos lo qué hace Javier Milei en sus paseos mundiales?

La respuesta es sí, porque como presidente, todos sus gestos, sus discursos son, en sentido amplio, pedagógicos, aunque siempre emparentados con la pedagogía instrumental, es decir la servidumbre, el utilitarismo.

Todo lo que el señor presidente realiza, manifiesta, calla, distorsiona, produce efectos, genera sentidos, origina interpretaciones.

De hecho, por la entrevista que le otorgó a la periodista de la BBC, Ione Wells, tenemos información sobre sus apreciaciones de los impactos de la política que lleva adelante su gobierno. Por ejemplo, Milei aduce respecto del recorte en las jubilaciones, que es “falso” y que las “críticas” son “infundadas”, contra la realidad sensible que demuestra el cada vez más escaso poder adquisitivo de las jubilaciones y pensiones; lo mismo con la ecuación autopercibida de que los salarios le ganaron a la inflación en el último mes, haciendo explicaciones de cálculos lindantes con lo estrafalario.

Si la simplificación que expresa el señor presidente, como la retahíla de que “el ajuste lo paga la casta”, los 152 conflictos laborales y sociales relevados en abril (de un total de 521 desde los comienzos de su gobierno) por el Observatorio de Trabajo y Derechos Humanos de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, no tendrían sentido, de acuerdo al imaginario que explicita Javier Milei en la entrevista. Sin embargo, el peso de lo real, deja al desnudo el grotesco presidencial.

En el orden internacional y respecto de Malvinas, la ocurrencia presidencial prescinde de la posibilidad de “recuperación” de la soberanía sobre las islas sugiriendo que se podría pactar con un acuerdo similar al que China realizó con Inglaterra respecto de Hong Kong por 99 años, lo que define el presidente como algo “obvio”: “Hay que entenderlo como una cuestión de Estado a largo plazo”.

Por supuesto que no faltó en la entrevista su manifiesta admiración a Margaret Thatcher, quien debería haber sido juzgada como criminal de guerra por el hundimiento del ARA General Belgrano, que se encontraba fuera del área de exclusión cuando ordenó torpedearlo y, tiempo después, durante una entrevista, reafirmar que lo “volvería a hacer”.

Volviendo al tema Malvinas, podemos interpretar, sin temor a equivocarnos, que, de sostenerse la premisa de Javier Milei, las Islas serían una especie de mercancía dada en “consignación”, lo que prefigura la confirmación de la entrega, lisa y llana, del territorio al imperio inglés.

Su posición no es contradictoria respecto de lo que ocurre en la Franja de Gaza, con la intromisión y ocupación de ese territorio por el Estado de Israel, también de la mano de las políticas de “libertad” pregonadas por Estados Unidos; “libertad” mínima que frente a las protestas universitarias contra el genocidio palestino, la respuesta fue la brutal represión del gobierno del país del “sueño americano”.

Milei, lejos de reconocer el genocidio contra el pueblo palestino, responde: “Nosotros defendemos y apoyamos el derecho a la legítima defensa del pueblo de Israel…”, confundiendo al pueblo con las decisiones de Benjamín Netanyahu, primer ministro del Estado israelí. Algo similar (salvando las distancias) a su decisión de mudar la embajada argentina a Jerusalén Occidental, no es una decisión del “pueblo argentino”, es un deseo íntimo del señor presidente, que no tiene otro sentido que jugar al “héroe”, exponiendo e insertando al conjunto de la población argentina en un peligroso escenario que se aleja de la histórica posición de neutralidad, que cuando fue abandonada y se tomó partido, como sucedió en los 90 del siglo pasado, cuando el entonces presidente, Carlos Menem, mandó tropas a la llamada Guerra del Golfo, la consecuencia fueron los lamentables atentados de 1.992 y 1.994, la embajada de Israel y la AMIA, respectivamente.

Para la mirada de Milei, toda política imperialista es una especie de maná enviado por las fuerzas del cielo, salvo las de China y Rusia, que en la cosmovisión presidencial son las “fuerzas del mal”.

El paro

Mientras escribo este artículo, el Paro dispuesto por la Confederación Nacional del Trabajo (CGT) al que adhirieron otras centrales sindicales, acaba de finalizar. La masividad de la medida fue casi total. Aunque para el gobierno no haya sido “contundente”, como intentó argumentar la ministra de (in)seguridad, Patricia Bullrich, esgrimiendo las amenazas de siempre a quienes no hayan asistido a sus lugares de trabajo, incitando a la denuncia de trabajadores contra trabajadores en su franca pelea contra el sindicalismo en general y la dirigencia sindical en particular. Por supuesto que hay mucho para reclamarle a sus estructuras burocráticas, pero ese es otro tema que tiene como protagonistas a los trabajadores y a la dirigencia sindical, no al gobierno.

Es el gobierno quien tiene que razonar porqué en tan solo cinco meses se produjeron dos paros generales.

Así como tiene que entender que fue en los 90, también, donde comienza a producirse un cambio en la configuración social con la aparición de los movimientos sociales y más tarde las asambleas populares, nuevas formas de organización social frente a las políticas de despojo que se estaban llevando adelante igual que ahora, con la diferencia que ahora aprendimos, no hay mucho tiempo de espera cuando todo accionar gubernamental se transforma en un andamiaje que va por la desposesión de derechos y la desposesión territorial y de los bienes comunes, como claramente lo expresan el decreto 70/2023 y la remozada, aunque igualmente perversa ley Bases.

Parece no entender el gobierno (aunque no solamente el actual) que los movimientos sociales son una expresión de lucha, no un grupo que se juntó para incomodar y pedir planes; son la expresión de la lucha contra la naturalización de las desigualdades sociales y es en ese punto donde la movilización de las organizaciones “piqueteras” se transforma en un hecho pedagógico.

Pero el gobierno tiene la imposibilidad concreta de aprender, porque están encerrados, el presidente y sus adláteres en destruir el Estado, en negar la realidad, en controlar y disciplinar, con sus ejércitos de trolls, sus medios periodísticos afines y los costosos operativos represivos que violan la propia Constitución.

El experimento de Milei, con sus devaneos anarco-capitalistas, puso en marcha un dispositivo que beneficia a los poderosos para que inviertan en ser más ricos, más héroes y más poderosos, pero parece tener alguna fuga, puesto que no ha llegado ninguna inversión y las chinas están por retirarse como consecuencia de los desaguisados presidenciales, insultos y paralización de la obra pública.

Podrán minimizar el Paro general desde el discurso propagandístico, pero fue una manifestación contundente del hartazgo a una política de insultos y agresiones; de amenazas y pauperización; de show y grotesco; de hambre y abandono; de negacionismo y servidumbre colonial.

La Marcha Universitaria, fue un real punto de quiebre que nos mostró al conjunto de la población no adoctrinada por las “fuerzas del cielo”, que lo que está asomando es una nueva forma de sentir y actuar la democracia con la articulación de las diferencias en la participación y la socialización contra todas las formas de subordinación, como una señal que se va construyendo con lo aprendido colectivamente a lo largo de una historia reciente de despojos. La contundencia del Paro fue la rúbrica.

Darío Balvidares

Imagen destacada: Izquierda Diario

Publicado en Tramas (10-05-24)

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