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jueves, 29 de febrero de 2024

Lenguaje inclusivo ¡Afuera!

 

Otra vez aparece el tema del lenguaje inclusivo, porque al señor presidente se le ocurrió prohibirlo en el ámbito de la administración nacional.

Primero había sucedido en el ámbito castrense a través de una resolución del ministerio de Defensa a cargo de Luis Petri. En el artículo 3 de la mencionada norma expresa: “Prohíbase la utilización del llamado lenguaje inclusivo en el ámbito del MINISTERIO DE DEFENSA, la FUERZAS ARMADAS y los organismos descentralizados del MINISTERIO DE DEFENSA” y luego advierte sobre la responsabilidad de incurrir en el incumplimiento.

Interesante resolución, parece que como no hay hipótesis de guerra, se entabla la lucha contra el LENGUAJE INCLUSIVO (para usar en pie de igualdad la misma grafía que el ministro en la resolución).

Como, seguramente, el señor presidente sintió que la resolución ministerial no había salido de su propio acervo de prohibiciones, es que mandó a su vocero, Manuel Adorni, a anunciar que: “Por decisión del presidente, Javier Milei,se van a proceder a iniciar las actuaciones para prohibir el lenguaje inclusivo y todo lo referente a la perspectiva de género en toda la administración pública nacional”; para luego continuar “explicando” la prohibición de la “e”, “@”, “x”, así como “evitar la innecesaria inclusión del femenino en todos los documentos de la administración pública”.

Crédito Télam

Según el vocero, devenido en incipiente seudo lingüísta o, tal vez, en aprendiz de falso filólogo, afirma que “el lenguaje que contempla a todos los sectores es el que utilizamos, es la lengua castellana, es el español…” y frente a una aclaración de una de las periodistas acreditadas en sus conferencias matutinas, que le explicaba que, “…eso entró en debate…”; Adorni le contestó, “…es un debate en el que no vamos a participar, porque consideramos que las perspectivas de género se han utilizado, también, como negocio de la política…”.

Tanto el argumento político de Adorni sobre la perspectiva de género como “negocio de la política”, como la obtusa reflexión sobre “el lenguaje que contempla a todos los sectores (…) es la lengua castellana…”, son afirmaciones propias del autoritarismo lingüístico como de la deriva colonial que habita en el poco lúcido “sentido común”.

Breve paréntesis citadino

Ya habíamos debatido este tema cuando al otrora jefe de gobierno de la Ciudad, Horacio Rodríguez Larreta, se le había ocurrido lo mismo, pero con otro argumento tan o más estúpido, que los usados por Adorni.

En aquel momento el argumento fue que el uso del lenguaje inclusivo había sido perjudicial para el aprendizaje y eso aparecía reflejado en los magros resultados de las pruebas estandarizadas. El Informe del gobierno decía que: “un adecuado desarrollo del lenguaje, facilita el aprendizaje, siendo éste la base del rendimiento escolar (…) entendiendo que la deformación del uso del lenguaje tiene un impacto negativo en los aprendizajes…

Argumento que cae por el solo peso de la mentira cuando lxs trabajadorxs de la Unidad de Evaluación Integral de la Calidad y Equidad Educativa (UEICEE), dependiente del ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires, en ese tiempo, a cargo de Soledad Acuña, habían sacado un comunicado en el que aclaraban “… que los equipos profesionales de la UEICEE no han sido convocados ni han realizado estudios en relación con este tema. Tampoco tenemos conocimiento que los actuales resultados de las evaluaciones TESBA y FEPBA hayan sido analizados desde una hipótesis de trabajo que los vincule con el uso del lenguaje inclusivo en el aula”.

Lo que confirma que la mentira es el eje conductor de las decisiones políticas de gobiernos que tienen la prohibición como estandarte, en este caso particular contra la soberanía del lenguaje, que mal que les pese va a continuar su evolución como sucede desde el comienzo de la humanidad.

¿Cuáles son las formas del español?

Un grupo de lingüistas escribieron un artículo en el que se aclaran las cuestiones técnicas, que no son propiedad de la Real Academia Española (RAE): “Una investigación del año 2018 sobre el uso de formas de género no binario muestra que la –e, la –x o la –@ se comportan como morfemas del español, igual que los tradicionales –a y –o. Además, su uso es sistemático, estable, tiene un significado bien definido y forma parte de una continuidad de formas de marcación de género, todas igualmente válidas y disponibles para les hablantes”.

Justamente es la RAE, la institución monárquica de la que también hay que independizarse, claro está que no es el caso de este gobierno el que lo va a impulsar, como tampoco de ninguno de los que lo antecedieron, los matices diferenciales son muy modestos, si bien lo cierto es que los de derecha y ultraderecha son los más conservadores y miserablemente indispuestos a participar de este y ningún debate; tampoco los “peronismos” y los autopercibidos “progresismos”, tienen un mayor desapego al status quo.

Las luchas en y por el lenguaje, por supuesto que son políticas e ideológicas, la RAE juega su juego imperial para sostener su dominación cultural y encuentra tierra fértil en las mentalidades de un sector muy amplio de las dirigencias políticas y en el establishment académico, como la Academia Nacional de la Educación Argentina de neto corte colonial.

La apropiación y construcción, por ahora lexicográfica, de diversos grupos sociales que encuentran la forma lingüística de representar la diversidad no es privativo de la Argentina, es un movimiento mundial, como la marea verde.

Les prohibidores seriales o les conservacionistas institucionales como la RAE, la Academia Argentina de Letras y la ya nombrada Academia Nacional de la Educación con sus posiciones político-ideológicas funcionan como cosificadores seriales del lenguaje.

El lenguaje es dinámico y no hay cómo detener su evolución lingüística, ni sociohistórica, no tiene títulos de propiedad. Lo que llaman “español”, no es más que el “castellano” que se impone como lengua nacional en la península, a partir de coyunturas socio-históricas, sobre las otras variantes dialectales con las que convive, como el bable o asturiano en Asturias; el gallego en Galicia y el catalán en Cataluña.

Si no fuera por la evolución lingüística producto de las transformaciones sociohistóricas, las lenguas romances jamás hubieran existido y hablaríamos el latín del imperio romano, o tal vez en griego ático, o jónico o dórico; o más atrás, indoeuropeo o sanscrito. Aunque pensándolo bien, si nunca hubieran llegado los conquistadores, hablaríamos quechua, o maya, o náhuatl, o mapudungún, o guaraní, o cualquiera de los cientos de lenguas que componían el universo lingüístico de nuestros pueblos originarios, si no hubiese habido genocidio y la imposición de la lengua de los conquistadores.   

Latinoamérica, tiene sus propias variables lectales que distan cada vez más de ese español cosificado de la RAE, además la mundialización del lenguaje inclusivo jaquea al patriarcado lingüístico que el vocero del señor presidente considera que es el que “contempla a todos los sectores”; pues no, no contempla a todos los sectores, naturaliza su invisibilidad lexicográfica bajo el manto patriarcal del uso del “masculino”, como es el caso del colectivo “no binario” y lo que no se nombra, no existe y como no existe, no tiene derechos.

La desaparición del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad es otra prueba de invisibilización de problemáticas concretas y de la inercia gubernamental hacia la quita de derechos.

La historia nos ha mostrado, que la monárquica RAE fue creada en 1713 para controlar la expansión del español en las colonias.  “Al elaborar su diccionario, su gramática y su ortografía, la RAE elige las formas y los significados que considera “correctos” (mejores, más “precisos”, más “elegantes”) y descarta los otros. ¿Cuál es la variedad del español que la RAE seleccionó siempre para elaborar estas herramientas? La que hablan los sectores medios y altos de Madrid y sus alrededores”.

La batalla cultural es lingüística, es política y es ideológica, porque somos lenguaje y la lengua es una construcción arbitraria que no se somete indefinidamente. Primero es el uso, después la costumbre y por último la norma y cuando se provoca la tensión entre los nuevos usos y la norma, aparece la disputa política del lenguaje.

El uso del lenguaje inclusivo no es “un negocio de la política”, como supone el vocero, desde su estrechismo ideológico y supongo que el del señor presidente, puesto que Adorni es su “lenguaraz”, sino una formación lingüística que genera conmoción en las políticas del lenguaje impuestas por el imperialismo y gratamente aceptadas por la colonialidad del poder vernáculo y su alelado y beligerante sentido común.

Darío Balvidares

Imagen destacada: Agenda Salta

Publicado en Tramas 28-02-24

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