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jueves, 1 de febrero de 2024

Get Back

 

Un 30 de enero, pero de 1969, los fabulosos 4, como la prensa internacional llamó al cuarteto de Liverpool, tocaron por última vez en vivo y bajo el asombro del público ocasional. La disolución de The Beatles era un secreto a voces, el mito comenzaba.

Ayer se cumplieron 55 años, en la azotea de Apple Corps, la discográfica que ellos habían fundado, daban el improvisado y último concierto, aunque no lo sabían, a cielo abierto, y con un vecindario y transeúntes ocasionales de la calle Saville Row gratamente sorprendidos (aunque no todos, porque alguien llamó a la policía por el ruido).

Ringo, George, Paul y John (para no usar el orden en que siempre los nombran) no transitaban, desde hacía un tiempo, los buenos momentos que habían sabido disfrutar, como se puede advertir en el la película, Let It Be, que tomara el nombre del álbum y que fuera el título que aquí en estas latitudes conociéramos como el último del grupo, siendo que el último fue Abbey Road (realizado íntegramente en el estudio), pero llegó primero (los tiempos del mercado en los 60, dirán ahora; prefiero atribuirlo a una gira mágica y misteriosa).

Let it Be (Déjalo Ser), fue parte de un proyecto mas ambicioso que pretendía un relanzamiento del grupo, el proyecto Get Back, con otra presentación en vivo, pero no sucedió, las relaciones estaban muy desgastadas como lo muestra la muy recomendable miniserie documental The Beatles: Get Back, dirigida por Peter Jackson (El Señor de los anillos -trilogía-, Ellos no envejecerán) y elaborada sobre 60 horas de grabación de material inédito realizado durante los ensayos del cuarteto en enero de 1969.

Tengo un sentimiento

En ese enero de 1969, quien escribe estas líneas, no había cumplido los 14 años. Pero ya me daba cuenta que los mismos nombres que anunciaban, todo lo malo para los trabajadores eran siempre los mismos, como Álvaro Alsogaray, que había dicho su célebre frase: “hay que pasar el invierno” y en realidad siempre estamos por pasarlo, cuanto más en estas épocas, uno tras otro fue pasando, pero siempre hay un “winter is coming”. Y así, desde que nací en 1955 y la revolución fusiladora (como la llamaba el maestro Osvaldo Bayer) hasta en la dictadura de Juan Carlos Onganía, don Álvaro se mantenía con algún carguito en el Estado. Con el dictador Onganía fue embajador en Estados Unidos, además de mantener sus prebendarias empresas y como si fuera poco, con el fin de la última dictadura cívico – militar- eclesiástica -empresarial, fundó un partido político, Unión Centro Democrático (Ucede) en el que se formaron muchos de los personajes políticos que hoy navegan por uno u otro de los partidos tradicionales, al que hay que sumarle el autopercibido partido libertario.

Pero, además de sufrir al dictador Onganía desde 1966, luego de hacerle el golpe de Estado a Arturo Illia y con pretensiones mesiánicas de perpetuarse en el poder, también en 1969 sufríamos la vehemencia del mes más caluroso del año, como lo estamos empezando a sentir en estos días, pero sin el agregado de la sensación térmica, todavía ese cálculo fatal, no se había inventado o quizás no era público.

La cosa es que, en el barrio de Flores de la ciudad de Buenos Aires o Capital Federal, como acostumbrábamos a decir los porteños cuando alguien nos preguntaba de dónde éramos. De la avenida Rivadavia al sur, unas 5 o 6 cuadras en lo que se llama la zona de los pasajes, antes el barrio de las casitas municipales, por donde había vivido un tal Jorge Bergoglio, en la calle Membrillar al 500 (yo vivía al 600), nos sentábamos por las tardes en la vereda algunos amigos a escuchar a los Beatles, cinta de geloso mediante, que era toda una novedad en grabadores y que uno de los chicos lo tenía.

Sucedía algo curioso como por efecto de la gira mágica y misteriosa, las temporalidades eran distintas para estas latitudes, los discos (Long Play), llegaban con retraso de meses o, incluso, años. Pero a nosotros no nos molestaba esperar, nos daba ansiedad que manifestábamos en las colas de la moderna y popular Disquería 43 en la galería Boulevard, a dos cuadras de plaza Flores, cuando la noticia que ya había llegado el LP o incluso uno simple con dos temas (uno por lado) se difundía por la radio, allí estábamos, para un rato más tarde compartir la música con amigos y amigas sonando en los tocadiscos o para grabar en el geloso o bailar en los asaltos (que así le decíamos a los bailes en algunas de las casas de lxs chicxs de la barra).

Lo único que tuvimos en directo en 1969 fue el viaje a la luna con la caminata incluida de Neil Armstrong, aunque después apareció la duda, que planteaba si había sido un hecho real o una estrategia hollywoodense del gobierno de Estados Unidos para ganarle la carrera espacial a la Unión Soviética.

En enero de 1969 asumía la presidencia del país invasor por antonomasia, Richard Nixon y el 25 de marzo John Lennon y su flamante esposa, Yoko Ono, desde el hotel Hilton de Ámsterdam convocaron a la prensa para pedir por la paz mundial y el fin de la guerra de Vietnam, sabiendo que el propio presidente yanqui había prometido en la campaña que terminaría con la guerra, cosa que no sucedió hasta 1975 y ese fue uno de los temas que Lennon militó activamente.

En 1969, recién había llegado el White Album (Álbum Blanco), con dos LP, que además de fotos de los 4 de Liverpool, traía las letras de las canciones impresas. Lo recuerdo bien, porque yo no lo tenía, pero mi amiga Virginia, que vivía enfrente de casa, sí. Aunque yo tenía otra joya que había aparecido y que Virginia no tenía, era el primer disco del flaco Spinetta y su grupo, Almendra, con el ya clásico “Muchacha ojos de papel”. Así que de tanto en tanto los intercambiábamos, hasta que, por esas cosas de la adolescencia, ella se quedó con Almendra y yo con los Beatles.

Aquí, allá y en todas partes

No había ninguna duda que todo un cambio cultural de movimientos juveniles, estudiantiles y obreros estaba en marcha y la aparición de los Beatles había logrado potenciar con su ingenuidad y desparpajo para una época en que la guerra fría; las posturas occidentales, inventando enemigos para continuar su carrera de dominación, estaban demasiado expuestas. Los rituales de moralina se derretían al calor de una nueva ética desembozada y sobre todo, de una naciente estética que desvanecía al pudor represivo.

En Argentina los movimientos universitarios y obreros se hacían escuchar con fuerza contra las políticas de la dictadura de Onganía, el que quería perpetuarse en el poder, comenzaba a tener insurrecciones en todo el país, el Cordobazo, fue un hito que marcó la historia, el 29 de mayo los sindicatos de la industria automotriz (SMATA) y la energía (Luz y Fuerza) convocaron a un paro activo contra la decisión del gobierno de suprimir el sábado inglés (medio día de descanso semanal). Los estudiantes adhirieron y en el marco de la represión fue asesinado el obrero mecánico y estudiante Máximo Mena.

Pero unos días antes fue el Salteñazo, que se inicia con los estudiantes secundarios, en la ciudad de Salta frente a la casa de gobierno, entre el 21 y el 25 de mayo. Se sumaron los obreros y la población en general a la protesta para exigir la renuncia del delegado designado por el dictador Onganía para hacerse cargo del poder ejecutivo y legislativo de la provincia. Las protestas continuaron por los tres estudiantes asesinados por la represión policial en el Correntinazo y el Rosariazo. Así como la reacción en el Tucumanazo del sindicato de obreros azucareros y estudiantes convocando a una Marcha de Silencio por los estudiantes asesinados en Corrientes y Rosario.

Hay otros hitos importantes en ese convulsionado 1969, logros deportivos, surgen artistas y cantantes. Rodolfo Walsh, publica “¿Quién mató a Rosendo?”, donde narra el asesinato del dirigente de la Unión Obrera Metalúrgica, Rosendo García.

El teleteatro, La familia Falcón, una comedia costumbrista termina su ciclo de varios años en la televisión en 1969, había sido auspiciada por la empresa Ford, para promocionar su nuevo lanzamiento automotriz, el Ford Falcon, que años más tarde será tristemente célebre durante la dictadura genocida: los Falcon verdes, sin patente, con los que perpetraban los secuestros, asesinatos y desapariciones.

Así pasaba 1969, entre luchas por reivindicaciones, rebeliones contra la opresión dictatorial y el inclaudicable deseo de emancipación, la expansión de las manifestaciones artísticas, el desarrollo científico, los avances tecnológicos y un sistema que va fagocitando todo en su provecho, es decir, en el de las minorías, por eso las dictaduras en Latinoamérica, para facilitar la expansión del Norte y el enriquecimiento desmedido de los que el actual Señor Presidente, designa como “héroes”. La casta empresarial de millonarios.

Recuerdo que mi viejo me decía, respecto de la expoliación colonialista, “cuando terminen con África, vienen por todo acá, porque estos le van a entregar el país en bandeja”. Tuvo razón, a medias. Todavía no terminaron con África.  

Helter Skelter

Mientras tanto sonaba la música de los Beatles que también movía el mundo de lo aberrante. Helter Skelter (A troche y moche) es un tema, incluido en el Álbum Blanco, fue una especie de emblema para Charles Mason, seriamente perturbado, pretendía ser el nuevo “Jesucristo”, su diezmada salud mental lo llevó a crear un clan con su familia y algunos otros psicópatas racistas de los que abundan (no sólo) en Estados Unidos. Cometieron crímenes atroces contra blancos para que fueran culpados los afrodescendientes. Charles Mason interpretó en Helter Skelter una guerra racial en la que los afroamericanos se sublevarían contra la población blanca, en ese escenario, él y su familia serían los nuevos dirigentes sobre esa minoría étnica.

Entrevistado Paul McCartney sobre el tema, dijo que él había querido hacer una canción ruidosa y utilizó como símbolo el Helter Skelter que es un tobogán con forma de espiral que hay en algunos parques del Reino Unido.

Get Back

Intenté, un breve paseo por algunas postas de 1969, con la excusa de visitar o tal vez, actualizar y comparar los Get Back de ciertos episodios de la historia que siempre nos habla, nos pone a pensar, nos acerca gratos recuerdos de la intimidad y otros no tanto, aunque siempre es un buen ejercicio pedagógico, las analogías que podamos establecer nos ofrecen claves para el presente y son señales para el futuro.

¡Get Back, una grata excusa!

Darío Balvidares

Publicado en Tramas 31-01-24

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