El Foro Económico de Davos en Suiza fue testigo de las premisas del “libertarismo”, una variable extrema del neoliberalismo que remite al gobierno de las corporaciones empresariales y deja a la figura presidencial sin Estado para administrar, reconvirtiéndolo en un gerente del área de ventas y promoción.
“Hasta el Señor Presidente tiene una jauría de perros importados”
Miguel Ángel Asturias/El Señor Presidente
“No parece presidente”, podría haber sido el sentimiento de muchos de los millonarios y otros asistentes al Foro Económico en Suiza, “un lobista de mercado o un fanático del libertarismo”, seguramente, pudieron haber pensado otros que buscaban encontrar alguna lógica en un discurso con pretensiones de ostentar conceptos desde el naufragio lingüístico.
El Señor Presidente se dirigió a los empresarios, con adulaciones que rozan el terreno de lo colonialmente épico, sobre todo en el cierre de su alocución, cuando les dice: “Ustedes son benefactores sociales; ustedes son héroes; ustedes son los creadores del período de prosperidad más extraordinario que jamás hayamos vivido, que nadie les diga que su ambición es inmoral, si ustedes ganan dinero es porque ofrecen un mejor producto a un mejor precio, contribuyendo de esa manera al bienestar general (…) ustedes son los verdaderos protagonistas de esta historia y sepan que a partir de hoy cuentan con la Argentina como aliado incondicional…”
Unos días antes del encuentro organizado por los millonarios del mundo, el 14 de enero, se dio a conocer el Informe de la organización Oxfam con el título de “Desigualdad S.A.” donde se señala que: “Desde el año 2.020, y durante los primeros años de esta década, la riqueza conjunta de los cinco hombres más ricos del mundo se ha duplicado con creces. Durante el mismo período, la riqueza acumulada de cerca de 5000 millones de personas a nivel global se ha reducido”; lo que significa, literalmente, más pobreza; tanta que su contrapartida es la cara visible de la perversa distribución, puesto que, siguiendo el informe,desde 2.020 la riqueza de los milmillonarios se incrementó en 3.3 billones de dólares; en cuanto a las empresas tuvieron beneficios del 89% entre los años 2.021 y 2.022 y el 82% de esos beneficios se encuentran entre los propios accionistas que a la sazón son los más ricos del mundo.
De lo que podemos colegir con estos datos es que el esotérico derrame no es más que otro sofisma liberal/libertario/anarcocapitalista y que el único derrame en expansión es la pobreza producto de la “supremacía” del capital y del eterno retorno de la apropiación de la renta.
El Señor Presidente ha sido absolutamente prescindente de la realidad social y económica del mundo real durante toda su disertación (para no abundar). Tomó como eje del discurso la charla TED, que había dado en 2.019 para exponer sobre el capitalismo y su “superioridad”, partiendo de las mismas líneas temporales y análisis inverosímiles, provocando la sorpresa no solo en el auditorio presente en Davos, sino en cualquier telespectadxr que pudo haber seguido su disertación, exponiendo datos y afirmaciones inverosímiles y con elementales fallas de coherencia textual.
Luego de hacer el anuncio bíblico: “Occidente está en peligro”, poniendo en pulsión el capitalismo y “distintas versiones del colectivismo”; contraponiendo la libertad al colectivismo, en una suerte de ademán sarmientino del viejo binomio civilización y barbarie reemplazando la civilización por capitalismo y la barbarie por el “colectivismo”, adjudicando al primero la onírica apreciación de que “el capitalismo de libre empresa es el sistema moralmente deseable para lograr el fin de la pobreza en el mundo” y, por supuesto, esas formas de colectivismo son las causantes de la pobreza, para el Señor Presidente.
Así las cosas planteadas y luego de volver a insistir con la falacia de que en 1860 se había instalado un modelo de libertad en Argentina y que 35 años más tarde fuera la primera potencia mundial, cosa que no resiste ningún archivo histórico, como quedó demostrado en el artículo publicado en este portal por el Dr. en Ciencias Sociales, Gustavo Guevara, el Señor Presidente, recurre a uno de sus ejemplos utilizados en las charlas TED, mencionadas anteriormente, para mostrar el comportamiento del Producto Bruto Interno per cápita (PBIp/c).
Sin ningún tipo de pudor, el Señor Presidente explica a su auditorio presencial y virtual de milmillonarios que “si uno mira un gráfico del crecimiento económico de la historia de la humanidad, uno estaría viendo un gráfico con la forma de un palo de hockey; una función exponencial que se mantuvo constante durante el 90% del tiempo y se dispara exponencialmente a partir del siglo XIX, la única excepción a esta historia de estancamiento se dio a finales del siglo XV con el Descubrimiento de América, pero salvando esta excepción, a lo largo de todo el período entre el año 0 y el 1.800 el PBIp/c a nivel global se mantuvo estancado (…) Durante todo el período comprendido entre el año 0 y el 1.800 la tasa del crecimiento del PBIp/c se mantuvo estable en torno al 0,02% anual, prácticamente sin crecimiento. A partir del siglo XIX con la Revolución Industrial, la tasa de crecimiento pasa al 0,66%…”
Tenemos un problema
Pero no parece que lo podamos solucionar, porque es del orden metafísico, solo podemos hacernos algunas preguntas y algunas reflexiones para acompañarlas.
En principio un dato de la historia verificada, aunque no parezca muy cortés para el Señor Presidente, tenemos que aclararle que el indicador para medir el tamaño de la economía llamado PBI es un concepto moderno acuñado en 1934 por el ruso (con perdón presidencial), Simón Kuznets, quien advierte sobre que el PBIp/c ignora la relación entre crecimiento y desigualdad, tal como lo demuestra el Informe Oxfam: “Una trabajadora del sector sociosanitario necesitaría 1200 años para ganar lo que un director general de una de las empresas de la lista Fortune 100 acumula en promedio en tan solo un año”, porque la apropiación de ese crecimiento queda concentrada en las mismas manos de los accionistas y no se distribuye entre lxs trabajadorxs.
Aclarado el punto del PBI, es necesario preguntarse en este recorrido por el discurso del Señor Presidente, dónde sitúa el año “0” de la “historia de la humanidad” para medir el inexistente PBIp/c, porque el “0” es el equivalente a la “nada” (en términos metafísicos), ahora bien, como se refiere a lo “global” y pone una marca colonial, el “Descubrimiento de América” en el siglo XV, entonces su mundo “global” y su “historia de la humanidad” solo se remite a un puñado de imperios, que todavía no eran Europa. Es obvio que para el Señor Presidente, lo que más tarde se llamó América solo existió luego de ser “descubierta”, así como los miles de habitantes que el conquistador (después europeo), sojuzgó, esclavizó y exterminó, sirvió para hacer del siglo XV, “la excepción” del estancamiento del inexistente PBI.
¿Cómo midió el Señor Presidente los pueblos Incas, Mayas, Aztecas y otros tantos? ¿O no los midió porque eran colectivistas? ¿Y los pueblos africanos?, durante siglos vendidos como mercancía en el mercado por las corporaciones esclavistas.
Lo interesante de la tesis del Señor Presidente es que lo medible es capitalista. ¡Dentro del capitalismo todo, fuera del capitalismo nada!
La historia continúa
Luego de una serie de elucubraciones sobre la duplicación del PBIp/c, el viaje discursivo presidencial llega al siglo XXI donde maravillosamente entre el año 2.000 y el 2.023 se genera “una explosión de riqueza que sacó de la pobreza al 90% de la población mundial. No debemos olvidar nunca que para el año 1.800, cerca del 95% de la población mundial vivía en la pobreza más extrema, mientras ese número cayó al 5% para el año 2.020 previo a la pandemia”.
Está claro que en la realidad filtrada por el prisma del “libertarismo”, el “capitalismo de libre empresa”, como dice el Señor Presidente, “es la única herramienta que tenemos para terminar con el hambre, la pobreza y la indigencia a lo largo y a lo ancho del planeta. La evidencia empírica es incuestionable”.
Conversemos
Disculpe Señor Presidente que interfiera en su discurso, pero sucede que no hay evidencia empírica de sus… digamos, afirmaciones. Por contraste, la evidencia empírica nos muestra que el alto porcentaje de pobres e indigentes es producto del capitalismo en general y del capitalismo de libre empresa en particular, incluso definiendo políticas sobre los gobiernos débiles o impulsándolas a través del lobby presidencial. ¡Perdón, sin ofender!
La evidencia empírica nos muestra que, como estuvimos viendo gracias al Informe, los que aumentan son los rendimientos de los accionistas. “…las empresas han utilizado su influencia para oponerse a las leyes y políticas laborales que podrían beneficiar a las y los trabajadores, ya sea luchando contra los aumentos del salario mínimo, apoyando reformas que minan los derechos laborales, estableciendo restricciones políticas a la sindicalización, o incluso apoyando retrocesos en la regulación sobre el trabajo infantil”. Esto le debe resultar familiar, Señor Presidente, pero no está tomado del ideario de su proyecto de ley ni del angustiante DNU que estamos padeciendo, son simples informaciones de la realidad mundial, que podemos resumir como el avasallamiento a los trabajadores y trabajadoras que enriquecen a sus “héroes”.
Usted, ataca el concepto de justicia social con el argumento que para lograrla hay coacción impositiva, de donde deriva que el Estado se financia “a través de la coacción que restringe la libertad”.
Parece una perogrullada, ¿pero usted cuando dice “libertad” solo se refiere al capitalismo de libre mercado empresarial, el avance de los monopolios, la defensa de la acumulación por desposesión y otras formas de saqueo?
Porque también afirma que “…nunca en la historia de la humanidad hubo un momento de mayor prosperidad que el que vivimos hoy. El mundo es más libre, más rico, más pacífico y más próspero que en cualquier otro momento de nuestra historia”.
Sin embargo, la prosperidad es de las corporaciones, ceos, accionistas y algunos que ostentan cargos gerenciales en este capitalismo de “democracias” empresariales. Además, en los últimos 3 años vivimos una pandemia, mientras los ricos se hacían cada vez más ricos; lejos de la pacificación, la guerra de Ucrania y Rusia; el avance genocida de Israel sobre la Franja de Gaza; los bombardeos de Estados Unidos y el Reino Unido sobre Yemen, son solo algunas de las muestras de la lejanía del pacifismo. Esto es por lo que se torna difícil, Señor Presidente, que veamos lo que usted ve.
Su posición, Señor Presidente, ha sido la de denostar al ya maltrecho Estado como garante mínimo de derechos del conjunto de la población, luego de su alocución, los únicos derechos son los emanados de lo que llamó las instituciones fundamentales del libertarismo, “la propiedad privada, los mercados libres de la intervención estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperación social donde solo se puede ser exitoso con bienes de mejor calidad a un mejor precio”.
Disculpe, otra vez, Señor Presidente, se entienden que las “instituciones del libertarismo” son los principios neoliberales, solo que me surge una duda: ¿Usted entiende la cooperación social como una estrategia de éxito para las ventas? Porque usted agrega que “el mercado es un mecanismo de cooperación social donde se intercambian voluntariamente derechos de propiedad”. Como si se tratara de un mercado de trueque donde las partes fueran igualitarias (perdón por la palabra).
Puede no contestarme, ni yo ni lxs lectorxs nos vamos a ofender, siempre podemos hacer una interpretación, sobre todo luego de su sentencia cuasi bíblica en la que les dijo a los milmillonarios y al resto de lxs espectadorxs que “todos los hombres somos creados iguales, todos tenemos los mismos derechos inalienables otorgados por el Creador, entre los que se encuentran la vida, la libertad y la propiedad”.
Quedó muy claro que las mujeres y disidencias no entran en su sentencia de igualdad, también es contundente en que los derechos no son producto de la lucha laboral, social y económica; son entregados por las “fuerzas del cielo” y aunque no lo diga, ya lo entendí, por lo que decidan las corporaciones del olimpo del capitalismo de libre mercado empresarial.
Me preocupó su furia celestial contra los feminismos y ambientalistas porque no estaría mal conocer alguna información más, no digo para que concilie con las variables colectivistas que anidan en estos movimientos, pero sí, tal vez, para agregar valor a sus conocimientos metafísicos… digamos.
“Las mujeres son, mayoritariamente, quienes ocupan los empleos peor remunerados y más precarios y, en el año 2.019, ganaron solo 51 centavos por cada dólar que los hombres obtuvieron en ingresos”, según el Informe Oxfam que le vengo mencionando.
Esto confirma, Señor Presidente, lo que usted decía de la igualdad entre los hombres, aunque tampoco es entre todos los hombres, de hecho los hombres que lo miraban y escuchaban en el auditorio no son muy parecidos a la mayoría de la población mundial, entre los que me incluyo, son parecidos entre ellos, casi que componen una casta. ¡La casta de los milmillonarios!
Respecto de los ambientalistas, es entendible que usted no cree en la crisis climática, pero debería tratar de incluso hablar con alguno de sus “héroes”, porque no vaya a ser que por predicar en contra de los problemas ambientales les haga caer algunos de los negocios multimillonarios con la timba de los bonos verdes.
Permítame una más del Informe Oxfam, Señor Presidente: “La crisis climática ha permitido que algunas personas se hagan increíblemente ricas, generando riqueza que suele reinvertirse en combustibles fósiles y financia los estilos de vida de elevadas emisiones de carbono de los ultrarricos. Muchos de los milmillonarios de todo el mundo poseen, controlan, definen y se enriquecen financieramente de procesos que emiten gases de efecto invernadero”. Esto que para usted y su filtro ideológico forma parte de la “prosperidad”, contribuye a que los países del sur global, entre los que nos encontramos, suframos lo peor de la crisis climática siendo los menos responsables del calentamiento global.
Para finalizar, Señor Presidente, su “pastiche” discursivo en Davos, me permite entender y quiero suponer que a mis lectorxs también, por eso intenté un ameno y breve análisis comparativo, el porqué de la incoherente organización de contenidos, tanto del proyecto de ley como del DNU, si me permite, tan o más peligrosos para la salud social que el propio efecto invernadero.
No, no es Occidente el que está en peligro, es Argentina.
Darío Balvidares
Para ver la alocución del Señor Presidente en Davos
Publicado en Tramas el 19-01-24
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