Por Darío Balvidares
Después de la célebre
“desaparición de personas”,
llamada
la “Muerte Argentina”,
nos gusta el detalle
y
nos especializamos en docentes.
Osvaldo Bayer
Mientras escribo estás
líneas, termina otro 4 de abril desde aquel de 2007 en que nos sorprendió el
brutal asesinato al Maestro. Un crimen, todavía impune, perpetrado por las
fuerzas represoras, que como tantos otros se ocultó en las miserias políticas
de los funcionarios que primero planifican y después ordenan a cobardes armados
y vestidos con uniformes bélicos que
abran fuego contra las protestas sociales que los inoportuna. Y así demostrar
su poder patriarcal.
Aquel 4 de abril de
hace catorce años, en la ruta 22 a la altura de la localidad de Arroyito, el
cabo asesino, Poblete, le disparó con su arma lanzagases, al Maestro, que
estaba en un Fiat 147 retirándose del corte de ruta, como todos los demás, mientras
la orden del ejecutivo provincial fue: salir
a cazarlos.
El, entonces,
dirigente de ATEN, Gabriel Pillado, rompe la luneta trasera y junto a otros
docentes pueden sacar a Carlos del habitáculo, que había sido invadido por el
humo de la granada lacrimógena que deliberadamente fue apuntada a un docente.
El cabo asesino, Poblete,
cuando advierte que su acción había cumplido el objetivo, con la cobardía que caracteriza
a los criminales, busca refugio y se oculta entre los “suyos”, que por supuesto
lo cobijan, como sucede habitualmente con las corporaciones sicariales,
llamadas fuerzas de (in)seguridad, igual que en los casos de Santiago Maldonado,
Rafael Nahuel y Facundo Astudillo Castro, entre otros cientos de crímenes de Estado.
Es necesario recordar
la responsabilidad del entonces gobernador, Jorge Sobisch, que ordenó la “cacería”
de los docentes que ya llevaban 5 kilómetros con la policía disparando y
corriéndolos por detrás, cuando aparece Poblete que tira a menos de dos metros
a la cabeza de Fuentealba.
Jorge Sobisch,
entonces gobernador por el Movimiento Popular Neuquino (MPN), que luego del
brutal asesinato, abandona la casa de gobierno, la que permaneció cerrada,
mientras él, también se había “escondido”, porque nadie sabía donde había ido para
eludir la responsabilidad criminal.
Incluso,
posteriormente, durante el juicio en el que fue llamado a declarar,
perversamente, “no recuerda” sobre las preguntas que le realizara el propio
juez de la causa: “aseguró ‘no recordar’ haber dicho luego, en
una conferencia de prensa, que asumía la ‘responsabilidad política’ por
los hechos ocurridos en la ruta y haber admitido entonces que había ordenado a
la Policía despejar la carretera, informó la agencia de noticias DyN”[1]
El mismo Jorge Sobisch
que estaba por hacer una alianza con el PRO de Mauricio Macri para constituir una
fórmula electoral en 2007, el mismo que en 2019 fue candidato a gobernador por
la Democracia Cristiana. El mismo Jorge Sobisch que había sido cubierto por la
justicia burguesa, que también es cristiana, en la causa “Fuentealba II” que
busca las responsabilidades políticas del crimen del Maestro.
Porque cuando se
ordena el despliegue de las fuerzas represoras del Estado contra una protesta,
en este caso sindical y se comente un crimen, es el Estado desde su brazo
armado el que lo comete y no “el eslabón perdido”, porque no hay “eslabón
perdido”, es la acción de una decisión política que tiene como principal
responsable al nefasto exgobernador Jorge Sobisch y al cabo Poblete como
ejecutor.
La pedagogía de la
represión es la cara brutal de la pedagogía de la obediencia, y si los
gobiernos necesitan la represión contra las protestas de la población en
cualquiera de sus manifestaciones es porque no están haciendo lo que hay que
hacer en favor de las mayorías.
Carlos Fuentealba es
uno de los símbolos por el cual la educación pública mantiene su llama
encendida.
Frente a la pedagogía
represora; la didáctica de la verdad.
Carlos Fuentealba… ¡Presente!
[1] https://www.infobae.com/2008/06/25/388086-caso-fuentealba-sobisch-nego-haber-dado-orden-reprimir-la-manifestacion/
No hay comentarios:
Publicar un comentario