n los últimos tres años, la educación pública argentina ha sido atravesada por un proceso de reconfiguración silenciosa, donde el lenguaje de la innovación desplaza el conflicto estructural y la mercantilización se disfraza de modernización.
Dos casos, para ejemplificar el rumbo de la desposesión educativa, nos permiten leer con nitidez este desplazamiento: la certificación de la escuela municipal Manuel Dorrego en Vicente López como “Google Reference School” y el convenio entre el Ministerio de Educación de Misiones, CIPPEC e Instituto Natura para reformular el régimen académico de la escuela secundaria.
Ambos modelos operan desde lógicas distintas: uno desde la certificación simbólica de una escuela municipal por parte de una corporación global, el otro desde la externalización curricular hacia fundaciones privadas. Pero comparten una matriz común: la validación privada de lo público, la estetización del entusiasmo como forma de gestión y la sustitución del vínculo pedagógico por la interfaz tecnológica.
Como señalamos en EdTech: la avanzada privatizadora y capitalismo de plataformas (Huella del Sur2023) el desembarco de las tecnologías educativas proveé las herramientas, pero también impone lógicas de gestión, evaluación y subjetivación. En Detrás de la escena educativa: nada se transforma, todo se mercantiliza (Huella del Sur 2023), develamos cómo el lenguaje de la transformación encubre la cesión de soberanía pedagógica a actores privados, que rediseñan el régimen académico sin disputar el sentido de la educación; solo la docencia intenta disputar el sentido, los gobiernos hacen convenios de manera acrítica.
La educación se organiza de acuerdo a los requerimientos del mercado en torno a la certificación de competencias operativas. Lo que se legitima no es el conocimiento en función del desarrollo de la inteligencia, sino el manejo de herramientas.
Vicente López: la escuela como interfaz.
La certificación de la escuela municipal Manuel Dorrego como “Google Reference School” en 2021 marcó un punto de inflexión en la relación entre educación pública y validación corporativa. Se trata de una distinción simbólica otorgada por Google for Education, que reconoció el uso intensivo de sus herramientas en el aula. Desde entonces, el municipio de Vicente López consolidó su perfil como “Distrito Google” (si es que algo significa esa estética publicitaria), capacitando a todos sus docentes municipales y posicionando la tecnología como eje de su política educativa.
La escuela Dorrego, financiada íntegramente por el municipio, funciona como laboratorio de diferenciación territorial. Jornada completa, enseñanza intensiva de inglés, uso de plataformas digitales y estética institucional cuidada configuran un modelo que se presenta como superador del sistema provincial. La intendenta Soledad Martínez ha insistido en que “el municipio se hace cargo de la educación”, en una retórica que tensiona con la estructura estatal de Buenos Aires, aunque los títulos siguen siendo validados por la provincia.
La reforma educativa empieza a mostrar un funcionamiento mercantil, ya no en la competencia entre escuelas públicas y privadas, sino que la competencia opera en el orden público, también como competencia política (la intendencia de Vicente López esta a cargo del PRO y el gobierno provincial de signo peronista).
Lo que se certifica no es el contenido ni la práctica pedagógica, sino la capacidad de operar herramientas. La legitimación se desplaza del saber al software, y la escuela se convierte en interfaz. En este marco, el docente se transforma en “usuario certificado”. La pedagogía se estetiza, el entusiasmo se gestiona, y la innovación se mide por la adopción de funcionalidades.
Este modelo encuentra su correlato en la irrupción de figuras como Zoe, la profesora IA, que desde la empresa Humanversum (inscripta en Delaware), se presenta como alternativa a la docencia presencial (anunciada el 15 de agosto en la escuela San José, Villa Cañás, Santa Fe). Como advertimos en el artículo “Docentes en lucha mientras desde Delaware irrumpe Zoe, la profesora IA” (Huella del Sur, 2025), la inteligencia artificial educativa no llega para complementar, sino para sustituir. La promesa de personalización algorítmica encubre la precarización del vínculo pedagógico y la desposesión del saber situado. En Vicente López, esa lógica se anticipa; la escuela pública se certifica por su compatibilidad con la plataforma.
Misiones: el régimen académico como campo de captura.
En la provincia de Misiones, el rediseño del régimen académico de la escuela secundaria se formalizó a través de un convenio entre el Ministerio de Educación, la fundación CIPPEC y el Instituto Natura. A diferencia del caso Vicente López, donde la certificación de Google opera como distinción simbólica, aquí el proceso se institucionaliza: se redacta un nuevo régimen, se territorializa la intervención y se externaliza el diseño curricular. La transformación se presenta como política pública, pero responde a matrices privadas.
El convenio, firmado en 2021, articula trayectorias flexibles, evaluación formativa y proyectos de vida como ejes de la reforma. Sin embargo, esta narrativa de innovación encubre una cesión de soberanía pedagógica. El Estado provincial delega funciones centrales —como el diseño curricular y la definición de criterios de evaluación— a fundaciones que operan con lógicas empresariales. La docencia queda relegada a la implementación, mientras el sentido de la educación se negocia en mesas técnicas sin conflicto.
En este marco, el “proyecto de vida” —presentado como horizonte pedagógico— se articula con lógicas de coaching vocacional, donde la orientación se reduce a dinámicas introspectivas, centradas en el descubrimiento de talentos individuales y la alineación con un supuesto “propósito”. Lejos de promover una reflexión crítica sobre el mundo y el lugar del sujeto en él, estas prácticas desplazan la construcción colectiva del sentido educativo hacia un entrenamiento emocional compatible con los lenguajes del mercado. El acompañamiento docente se sustituye por guías externas, y la elección se convierte en simulacro de autonomía.
La territorialización, presentada como inclusión, se convierte en dispositivo de segmentación. La flexibilidad, como promesa de autonomía, habilita la precarización. Y el proyecto de vida, como horizonte pedagógico, se transforma en coaching vocacional. En este marco, el régimen académico deja de ser una herramienta de organización del saber para convertirse en un protocolo de gestión de trayectorias.
La pedagogía del algoritmo además de imponer plataformas, reconfigura los marcos normativos. En Misiones, esa reconfiguración se legitima como política pública, pero responde a una lógica de captura. El saber se administra y la innovación se mide por la capacidad de adaptarse a estándares externos, que reconfiguran la subjetividad docente.
Matrices comunes: certificación, captura y estetización del entusiasmo.
Aunque Vicente López y Misiones operan en niveles distintos —una escuela primaria municipal, un sistema secundario provincial— ambos modelos comparten una lógica de legitimación externa. En el primero, la certificación de Google for Education valida el uso intensivo de herramientas digitales; en el segundo, el rediseño del régimen académico se formaliza a través de un convenio con CIPPEC y el Instituto Natura, que ya han intervenido en otras provincias como Mendoza y Santa Fe.
La certificación, en ambos casos, no evalúa saberes ni prácticas pedagógicas, sino compatibilidad con estándares corporativos. La legitimación se desplaza del contenido al dispositivo, del vínculo pedagógico al protocolo de gestión. Asistimos a la reconfiguración de lo público como campo de intervención y en esa intervención privada, la “innovación” se mide por la capacidad de adaptación a marcos externos.
La estetización del entusiasmo —presente en la narrativa de Vicente López y en los discursos de transformación de Misiones— funciona como dispositivo de captura. El docente se convierte en facilitador, el estudiante en usuario, y la escuela en interfaz. En este marco, la figura de Zoe, la profesora IA que irrumpe desde el paraíso fiscal de Delaware, aparece como continuidad. Como se advierte en el artículo citado más arriba, Zoe encarna la promesa de personalización algorítmica, pero también la precarización del vínculo educativo y la sustitución del saber situado por simulación computacional.
La pedagogía del algoritmo no se limita a imponer plataformas: reconfigura marcos normativos, transforma la subjetividad docente y redefine el sentido de la enseñanza. En Vicente López, esa transformación se estetiza; en Misiones, se institucionaliza. En ambos casos, el saber se administra, la innovación se gestiona, y la educación se convierte en campo de certificación.
Resistencias, genealogías y la paradoja del saber estetizado.
La pedagogía del algoritmo se infiltra en los discursos de innovación, se legitima en certificaciones simbólicas y se institucionaliza en convenios que rediseñan la educación sin conflicto. En ese proceso, el saber se convierte en atributo funcional, la enseñanza en entrenamiento operativo, y la escuela en interfaz de validación externa.
La transformación se estetiza por desplazamiento del sentido. La estética de la innovación —pantallas, logos, entusiasmo performativo— reemplaza la densidad del conocimiento por la fluidez del diseño. La escuela se presenta como moderna, eficiente, conectada, mientras el saber se reduce a la capacidad de operar herramientas. Es la paradoja de la “sociedad del conocimiento” que invoca el conocimiento como horizonte, pero se lo devalúa en su forma crítica, situada y colectiva.
Frente a este escenario, la resistencia se organiza en la disputa por el sentido, lejos de la defensa nostálgica que pretenden adjudicar los funcionarios junto a esas “externalidades” privadas, apropiadoras de los sistemas públicos.
La docencia, aún fragmentada y tensionada, sigue siendo el único actor que interpela el modelo, que pregunta por el saber, que sostiene el vínculo. En ese gesto, la pedagogía reaparece como vínculo insustituible entre docente y estudiante; una relación que no puede ser simulada por algoritmos ni reemplazada por interfaces.
La genealogía crítica que venimos trazando permite leer el presente como campo de disputa, no como destino. Pero esa lectura exige organización. Es tiempo de convocar a un Congreso pedagógico alternativo, sin la intervención de ONGs ni fundaciones, que recupere el protagonismo docente y amplíe las fronteras nacionales para comparar el avance de esta educación sin atributos que propone la reforma. Un espacio para pensar colectivamente qué se enseña, cómo se aprende y quién decide qué vale como conocimiento.
En el marco del paro docente nacional, la resistencia se manifiesta como cuerpo colectivo que interpela el modelo de reforma sin atributos. Las demandas contra el desfinanciamiento de la educación exceden lo salarial: expresan una defensa activa del vínculo pedagógico, del saber situado y de la escuela como espacio público contra el proceso de desposesión creciente.
Mientras los gobiernos celebran convenios con fundaciones y corporaciones y figuras digitales, como Zoe, irrumpen como promesas de eficiencia algorítmica, la docencia sostiene la pregunta por el sentido. La pedagogía, en su forma más viva, se despliega en las calles como portadora de significación.
¡La lucha docente es la disputa por el sentido de la educación pública!
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