Una visión contraria al
reformismo educativo de mercado
Por Darío Balvidares
No paran, el fundamentalismo de mercado pudre todo lo que toca o lo
privatiza o lo pudre para privatizarlo, incluso bajo la mirada de los llamados
progresismos. Porque el avance sobre la escuela pública y la denigración de los
docentes no es de ahora, ni de hace tres o cuatro años, los discursos sobre que
los docentes “no están capacitados”, que la escuela secundaria “no sirve más”,
sobre la importancia de las “pruebas estandarizadas” y todo lo que acarrean esos “disparadores”
para bajar salarios y disciplinar el pensamiento, poner en contra a la
población, tampoco es nuevo, llevan por lo menos 30 años si tomamos el
desembarco colonial de la llamada reforma educativa.
Reformas sobre reformas, experimentos sobre experimentos sin bases
argumentales, más que sustentos instrumentales y economicistas permiten que
todavía hoy los fundamentalistas de mercado continúen con sus propuestas de
llegar a la privatización definitiva del sistema público de educación, puesto estratégicamente
en crisis por los reformadores que saben de la trillonaria valuación de este nuevo mercado a nivel mundial y del
adiestramiento ideológico que suponen los contenidos/no contenidos del “aprender
a aprender”, o lo que es lo mismo, “aprender a no ser”.
El proceso de viralidad parasitaria es un proceso creciente y pendular
de endo-privatización y exo-privatización. Durante los ’90 del siglo pasado
hubo una explosión del negocio privado de la educación, sobre todo en la Ciudad
de Buenos Aires con el consecuente crecimiento de la subvención a las escuelas
privadas. Poner una escuela era un “negocio redondo”, si bien a eso le sumamos
que por aquellos años, el entonces
ministro de economía, Domingo Cavallo (estatizador de la deuda privada) le
retiró los aportes patronales a los dueños de las escuelas privadas y esa medida
existe hasta hoy, pues entonces el negocio se torna más suculento.
Pero… parece que con este gobierno la cosa no funciona tan bien,
porque la caída del poder adquisitivo, el aumento de la inflación (4.7 en marzo
según el INDEC) y el desmesurado aumento de las cuotas que respondieron a la
inflación (o al revés) en el rubro educación que arrojó 17.9 % (INDEC),
provocaron un éxodo de matrícula que va virando hacia la escuela pública.
Y como el negocio educativo de los privatizadores compulsivos decae
(producto de sus propias políticas), reaparecen voces de tecnócratas de la
economía, como Jorge Colina[1],
que manifiestan que: “La idea de que las escuelas del Estado son
garantía de inclusión social es un eslogan que sólo se sostiene por
conservadurismo ideológico”, para
continuar (…): “Sería más equitativo y
eficiente darles a las familias más humildes la posibilidad de elegir también
una escuela de gestión privada con
financiamiento y control del Estado”[2].
Luego se refiere al remanido argumento (colonial) de las pruebas PISA y
también, cómo habría que rediseñar el esquema de financiamiento de la
educación.
Experimento Chile, según Colina
La reforma chilena vuelve al tapete, la reforma del dictador Pinochet,
que fue la realizada por los famosos Chicago Boys, la privatización de la
escuela pública. Uno de los países donde la educación se encuentra entre la más
privatizada de Latinoamérica y del mundo.
Dice en su nota, Colina: “Mientras
que en Argentina casi el 80% de la inversión en educación es destinada a las
escuelas estatales, en Chile los recursos educativos van casi en partes iguales
al financiamiento de escuelas estatales y privadas…” y más adelante habla
de los vouchers, que son bonos que se entregan a las “familias menos pudientes para que elijan el colegio privado de sus
hijos y con ese bono paguen la cuota…”
Lo que no dice Colina es que todos pagan sean estatales o privados y
que además del voucher también las escuelas reciben la subvención. Y, por supuesto
en Chile, además de endeudar a las familias, los pobres siguen siendo pobres,
igual que en Argentina. Aunque aquí, sin haber entregado por completo el
sistema público, que es lo más codiciado de los reformistas y sus fundaciones
parasitarias, y a pesar de que tenemos
un gobierno privatizado que hizo
crecer el espacio de la exo-privatización de la educación.
Pero veamos este otro título, “La
educación Chilena no es un modelo a seguir[3]”.
Una entrevista al pedagogo Mario Aguilar, quien además preside el Colegio de Profesores
de Chile. El pedagogo dice: “… De hecho
en Chile se ha montado una verdadera industria educativa, como un negocio que
debe dar rentabilidad al inversionista. (…) El neoliberalismo ha hecho mucho
daño instalando esta noción de una educación estandarizada, conductista con
evaluaciones cuantitativas donde se supone que calidad de educación es igual al
resultado de las pruebas…”
Creo que esta breve cita resume la contracara de lo que implica la
batalla cultural contra los reformadores/privatizadores.
Experimento Finlandia
Ningún modelo privatizador puede ser un modelo a seguir, tal vez por
eso es probable que los reformadores ya
no se referencien en el modelo finlandés. Seguramente ya no conviene hablar de
un modelo que desterró la educación privada, que decidió como sociedad que no
podía haber otro modelo que además incidiera en la igualdad social y que tomó
la educación como un derecho y no como un “bien” transable.
“La política en materia
educativa puesta en operación por Finlandia en la década de los 70 del siglo
pasado no tuvo como objetivo último puntuar alto en las evaluaciones
internacionales para acceder a los créditos de instituciones internacionales o
asegurar inversiones extranjeras. La finalidad de esta política pública fue disminuir las desigualdades
entre sus habitantes. Finlandia
es hoy una de las sociedades con las menores brechas de desigualdades entre sus
ciudadanos.
El secreto del éxito de esta
política para disminuir las brechas entre los que más y lo que menos tienen fue
—sí— instituir la educación pública y gratuita, asegurando el acceso a la educación
a todos, pero también (…) suprimir
la educación privada. … la política pública que decidía abolir
la educación privada e instituir un sistema integral que acoge a los alumnos de
todos los estratos socioeconómicos, tanto en primaria como en secundaria…”[4]
La Batalla Cultural
Es hora de mirarnos a nosotros, definitivamente Chile fue presa de la “industria”
educativa y nosotros estamos en ese camino, con la artillería pesada de
fundaciones corporativas, maquinarias mediáticas disparando diagnósticos
críticos para apoderarse de todo el sistema.
La lucha sobre lo público es lo que nos permitirá pensar un presente y un futuro caminando
hacia la igualdad socioeconómica, y hacia nuevas formas institucionales que no
sean solo pantomimas de democracia, ni pretorianos custodios de minorías que
traman nuestro destino.
La batalla por lo público es la batalla por la educación, por la salud
y por el territorio. Pero sobre todo por el pensamiento de carácter social. La
ciencia, la tecnología y el conocimiento serán públicos puestos en el escenario
común, el de todos, o sólo serán mera mercancía.
La batalla por la escuela pública es la batalla contra el analfabetismo
reformista.
[1] Presidente
del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), que tiene entre sus
relaciones al BID y a la Fundación (estadounidense) Tinker, que otorga becas y
subsidios a proyectos que se desarrollan en Latinoamérica pero pensados por
esas fundaciones de filiación neoliberal. Dice el la propia pag. Web: La última
actividad del Instituto fue la realización del Tercer Seminario Técnico
Regional sobre economía laboral en asociación con el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) y el financiamiento de la Fundación Tinker de EEUU, bajo el
título “Construyendo Consensos en Torno al Mercado de Trabajo en América Latina
y el Caribe” http://idesa.org/antecedentes y entre
sus antecedentes está que este Instituto es una derivación de la Fundación Novum
Milleniun que fuera de Domingo Cavallo.
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