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jueves, 4 de abril de 2019


La escuela pública extraviada en el delirio del discurso periodístico
Por Darío Balvidares*
Un artículo del diario La Nación[1] pone otra vez el poder de fuego en la escuela pública, el periodista hace un análisis filtrado, obviamente, por la ideología de la colonialidad de pensamiento que le impone el medio que lo publica.
Extraviada en el laberinto de los conflictos sindicales, incapaz de garantizar lo elemental -el dictado continuo de clases- y reacia a ser evaluada, la escuela pública parece cada vez más alejada del impulso creativo, de la innovación y de la capacidad de generar curiosidad y motivación entre los jóvenes.”. Arranca el periodista su texto de remanido desprestigio reformista, el párrafo emula per se los eslogan que desde hace casi 30 años los reformadores y sus voceros disparan contra la escuela pública como estrategia de invasión.
La “crisis” de lo público fue el formato apropiador para el plan de desposesión de los activos públicos de países como el nuestro, desde la privatización de las empresas de energía y servicios, hasta las continuidades reformistas de la escuela pública para su apropiación y posterior puesta en la conformación creciente del mercado educativo que necesita el modelo capitalista para poder subsistir. ¿O, no fue Sunny Varkey[2] quien dijo que el mercado de la educación estaba valuado en 3 trillones de dólares? y seguramente ahora mucho más.
El negocio varias veces millonario es la causa de la crisis de la educación, una fórmula que no falla,  poner en crisis lo público, en este caso la escuela, que le ha permitido al propio Varkey ser billonario con una fortuna personal de 2.5 billones de dólares, según la revista Forbes.
Así que, la escuela está en crisis, porque fue puesta en crisis. Incluso con los sucesivos desfinanciamientos presupuestarios, subejecuciones de partidas y la pauperización continua de los salarios docentes, sumado a los discursos eficientistas de “preocupación política” y de licenciados en administración de empresas, economistas y abogados, todos ceos de fundaciones corporativas “preocupadas” por la educación, invocando los lineamientos de los obsoletos organismos internacionales y  subvencionadas por el Departamento de Estado de los EEUU en muchos casos.
El periodista del diario que tiene una fundación y que patrocina encuentros reformistas, dice que la escuela está “extraviada en el laberinto de conflictos sindicales…”; yo diría que la escuela está a merced de la conflictividad creada por el gobierno en materia salarial, programática  y didáctica y estos últimos dos conceptos englobados en una pedagogía que no pasa de ser instrumental.
Luego continúa con “… incapaz de garantizar lo elemental…” y por supuesto reza el credo reformista… creatividad; innovación, curiosidad; motivación.
Otra vez,  el periodista, recostado en la comodidad de un discurso archidigitalizado, ignora todos los factores que conviven en el día a día escolar y que sólo los docentes conocen y también los integrantes de las familias de los alumnos/as, que están en la práctica diaria, lo que no vamos a detallar aquí por razones de economía lingüística. Aunque como ejemplo podríamos citar la lucha por el no traslado de la Escuela de Cerámica 1, o al intento de cierre de las nocturnas y de los profesorados por parte de un ministerio de educación de la Ciudad que tiene una estructura obsoleta, decimonónica y su burocracia es la verdadera máquina de impedir.
Incluso el ineficaz ministerio de la Nación que no tiene escuelas, ni paga salarios docentes pero hace convenios multimillonarios con fundaciones, como la de Sunny Varkey, para no abundar.
Pero ese es otro tema (o el mismo) que habrá que debatir en un amplio Congreso Pedagógico, para transformar el modelo parasitario de las fundaciones corporativas alimentándose del dinero público que debería ir a las escuelas para que no se caigan, para que no se lluevan, para que no sean una trampa de electrocución, por ejemplo. O a los comedores escolares en épocas donde el hambre y el aumento de la pobreza vuelven a ser una cuestión primordial, sobre todo cuando la mitad de los chicos y chicas son pobres y paradójicamente, por no decir perversamente, el gobierno de la Ciudad pretende cobrar 110 pesos por día a aquellos alumnos y alumnas que no hayan tramitado la beca alimentaria (por internet).
Podría, señor periodista, haberse enterado de esas resoluciones ministeriales. Y, tal vez, pueda ver que los conatos de “conflictividad”, siempre, siempre, son provocados por este gobierno, incapaz de un plato de comida, pero obscenamente dadivoso para la quita de retenciones a las megamineras.
Y es en estas circunstancias, cuando se habla de “vulnerabilidad educativa”, se debería aclarar que la escuela no es más que la manifestación de la vulnerabilidad social generada por las políticas de Estado. Cuando el Estado decide “seleccionar” para dar un plato de comida a los pibes y pibas, que, además, se tienen que “inscribir” para solicitarlo y posteriormente si la solicitud es aceptada, recibirlo, firmando una suerte de “certificado de pobreza”, no sólo es estigmatizante, sino obscenamente discriminatorio.
Naturalizar estas prácticas es naturalizar la “cultura represora” que anida en la intelligentsia elitista gubernamental y sus “voceros” (correveidiles) mediáticos. En esos temas, no recuerdan hablar del sistema de educación finlandesa que otorga el almuerzo a todos/as sus estudiantes  de las escuelas públicas (97%), y que les da una hora o más para ese refrigerio con alimentos de alta calidad nutricional y eso no es porque sus alumnos/as sean pobres, es porque tienen una política de Estado de mucha atención y protección a la niñez y a la juventud.
En cambio en estas latitudes, es en la escuela pública donde aparece en toda su dimensión la problemática social que el señor periodista del diario La Nación no pudo focalizar porque el velo de su ideología le tapa la realidad. Piensa la escuela como un laboratorio aséptico, artificial donde aparecen los premios de las fundaciones y sus premiados  que llevan a Davos a vivir en el mundo de Disney por un millón de dólares, y por un ratito, que uno solo “gana”.
¿Qué es para Varkey un millón de dólares de los miles de millones que gana con sus “servicios educativos” prestados de manera estandarizada a gobiernos como este o el de Ghana?, incluso en un convenio con la UNESCO,  para no abundar. Asegurándose la difusión de su negocio corporativo y de la ideología del “mérito” y el “éxito” con todo lo que eso conlleva en lo que Angelique del Rey definió como “Un ‘hombre sin atributos’”[3] formado para “no saber”, para “no ser”, es decir, formado en las competencias.

¿Ideologismo, privilegio? o la era del pospensamiento que impulsan los reformadores y sus lenguaraces?

Pero hay más, el periodista insiste con los mismos argumentos: “En las últimas décadas, la escuela ha confundido vanguardia pedagógica con confusas reformas programáticas y con la imposición de neologismos y maquillajes que han dado muy malos resultados. Las Pruebas Aprender  son una demostración categórica: los chicos tienen severas dificultades para comprender textos y resolver cálculos elementales. Ni hablar de la capacidad para exponer ideas, oralmente o por escrito, con claridad y coherencia. El retroceso en la calidad educativa es un dato que solo puede negarse desde algún ideologismo que, por lo general, encubre la defensa de un privilegio.
Parece ser que el periodista confunde escuela con ministerio, las “confusas reformas programáticas” no surgen de la escuela, no se piensan en la escuela,  se imponen de la dirección de Planeamiento del decimonónico ministerio de educación, que para ejemplificar con la Ciudad de Buenos Aires, primero fue “La Nueva Escuela Secundaria” y ahora, “La Secundaria del Futuro”, dos engendros que se superponen; reforma de la reforma, o como diría el presidente, “el reformismo permanente”.
Y para coronar, en épocas de reyes (que poco o nada saben de Borges), “El Plan Maestro”, un plan de desposesión fundado en esa intelligentsia elitista, viral de las fundaciones, ong’s y universidades privadas (que son una especie de faro de la reforma educativa), si es que seguimos de cerca las “citas de autoridad” que aparecen en las argumentaciones, o incluso rastreamos que en su texto aparece 72 veces la palabra “evaluación” y menos de la mitad (30 veces) la palabra “conocimiento” , el adjetivo “pedagógico” en 7 oportunidades y el adjetivo “didáctico”, una.
Probablemente esto, que acabo de describir, tampoco le llamó la atención al señor periodista.
Mientras que  en la “ley de formación docente…”que legaliza la UniCABA, que es lo más parecido a un reglamento de vigilancia para castigar a los profesorados históricos; la palabra “evaluación” aparece 36 veces; “conocimiento”, 26; “pedagógico”, 3 y “didáctico”, 0.
De qué hablamos, entonces, cuando hablamos de cuerpos legales que se enmascaran en la “educación” pero los efectos que buscan generar tienen otro sentido.
En correlato, dice el periodista: “…Las pruebas Aprender son la demostración categórica…”. Las pruebas Aprender no fueron ni pensadas, ni diseñadas por los/as docentes. Sólo fueron pensadas como un instrumento para continuar con el ejercicio provocador de degradación y sumisión de la docencia, que, además, transforma al que estudió en un mero “aplicador”, sobran los ejemplos mundiales para demostrar que las pruebas estandarizadas son  un multimillonario negocio, como ejemplo están las famosas pruebas PISA, patrocinadas por la OCDE y negociadas por Pearson PLC, una de las mayores corporaciones editoriales del mundo con una trayectoria poco transparente, sobre todo en EEUU. ¡Lo que no hará en países como el nuestro!
Y… continúa el periodista: “… El retroceso de la calidad educativa…”. ¿A qué calidad se refiere?, Seguramente a la calidad de los resultados. Lo que decíamos antes, pedagogía instrumental.
Los reformadores y sus voceros, no ven un sujeto de la educación, focalizan un individuo de los resultados, “un hombre sin atributos”.


¡Más Millonarios! ¡Basta Ya!
Más adelante, en su artículo propone actividades como si estuviera descubriendo el universo microscópico de “El Aleph” de Borges (el verdadero, Jorge Luis): “… ¿no han evaluado la posibilidad de que los chicos, en esas horas perdidas, escuchen y vean charlas TED sobre distintos temas, guiados por el preceptor? ¿O que busquen en YouTube entrevistas con escritores, músicos, líderes globales, como Bill Gates…” (¡Tal vez por eso lo llama “horas perdidas”!)
No debo asombrarme, porque este es el nivel de los que hablan de “educación pública” desde sus lugares de “¡privilegio!”, es decir un nivel TED, la simplificación del pensamiento propuesto por la organización que factura millones de dólares por hacer, en el mejor de los casos, divulgación científica en clave de entretenimiento para una elite seudointelectual, aunque buen negocio estadounidense de lo que podríamos llamar el “fast- knowledge” (conocimiento instantáneo). ¡Manifestaciones estupidizantes  de la new – age!
Más adelante, el periodista, incluye a Bill Gates, como actividad, para mostrarlo como “líder global”. Tal vez tenga razón, Bill Gates, con su fundación “Bill y Melinda Gates”, está llevando a cabo un “excelente trabajo” para que los Estados Unidos terminen con la educación pública, es un impulsor de las escuelas chárter, al igual que Sunny Varkey y Pearson PLC (la editora del negocio de las pruebas PISA), entre otros tantos.
Bill Gates ha financiado un documental en Hollywood, “Esperando a Superman”,  un libelo para denostar la escuela pública y a sus docentes; llegando al extremo de comparar un alumno de escuela pública con un futuro delincuente y los costos de la cárcel  con la inversión familiar en la escuela privada. Además de comprar periodistas y políticos. ¡La manifestación del “ideologismo”!
Sobran los denostadores de lo público, porque tienen que trabajar para sus propios intereses o los de sus amos. No se necesita nada más para darse cuenta que lo público es el único territorio de lo “común” y es por eso que el proceso de desposesión se acentúa en el avance corporativo en la educación. Acechar y subsumir lo público a lo privado, borra lo común y suma, aun más, la dominación de unos pocos sobre las mayorías.
Es la escuela pública, la educación común, lo que debemos discutir en un amplio Congreso Pedagógico, entre los educadores, la comunidad educativa, sin la intervención de la colonialidad corporativa y contra ella en todas sus manifestaciones.

*Profesor y Licenciado en Letras. Docente durante 30 años en la Escuela de Comercio 3  Hipólito Vieytes (CABA) de la que se retiró como Rector en 2015. Autor del Ensayo “La novela educativa o el relato de la alienación” (2005) con prólogo de Osvaldo Bayer  y  de numerosos artículos.
Actualmente está próxima la publicación de su libro, “La educación en la era corporativa (la trama de la desposesión)” un esfuerzo conjunto de Ediciones Herramienta y el Portal Contrahegemonía Web.
Además es productor periodístico y columnista del programa radial “La Deuda Eterna”.


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