La escuela pública extraviada en el
delirio del discurso periodístico
Por Darío Balvidares*
Un artículo del diario La Nación[1]
pone otra vez el poder de fuego en la escuela pública, el periodista hace un
análisis filtrado, obviamente, por la ideología de la colonialidad de
pensamiento que le impone el medio que lo publica.
“Extraviada en el laberinto de los conflictos sindicales, incapaz de
garantizar lo elemental -el dictado continuo de clases- y reacia a ser
evaluada, la escuela pública parece cada vez más alejada del impulso creativo,
de la innovación y de la capacidad de generar curiosidad y motivación entre los
jóvenes.”. Arranca el periodista su texto de remanido desprestigio
reformista, el párrafo emula per se
los eslogan que desde hace casi 30 años los reformadores y sus voceros disparan
contra la escuela pública como estrategia de invasión.
La “crisis” de lo público fue el formato apropiador para el plan de
desposesión de los activos públicos de países como el nuestro, desde la
privatización de las empresas de energía y servicios, hasta las continuidades
reformistas de la escuela pública para su apropiación y posterior puesta en la
conformación creciente del mercado educativo que necesita el modelo capitalista
para poder subsistir. ¿O, no fue Sunny Varkey[2]
quien dijo que el mercado de la educación estaba valuado en 3 trillones de
dólares? y seguramente ahora mucho más.
El negocio varias veces millonario es la causa de la crisis de la
educación, una fórmula que no falla, poner
en crisis lo público, en este caso la escuela, que le ha permitido al propio
Varkey ser billonario con una fortuna personal de 2.5 billones de dólares, según
la revista Forbes.
Así que, la escuela está en crisis, porque fue puesta en crisis. Incluso
con los sucesivos desfinanciamientos presupuestarios, subejecuciones de
partidas y la pauperización continua de los salarios docentes, sumado a los
discursos eficientistas de “preocupación política” y de licenciados en
administración de empresas, economistas y abogados, todos ceos de fundaciones
corporativas “preocupadas” por la educación, invocando los lineamientos de los obsoletos
organismos internacionales y
subvencionadas por el Departamento de Estado de los EEUU en muchos
casos.
El periodista del diario que tiene una fundación y que patrocina
encuentros reformistas, dice que la escuela está “extraviada en el laberinto de
conflictos sindicales…”; yo diría que la escuela está a merced de la
conflictividad creada por el gobierno en materia salarial, programática y didáctica y estos últimos dos conceptos
englobados en una pedagogía que no pasa de ser instrumental.
Luego continúa con “… incapaz de garantizar lo elemental…” y por
supuesto reza el credo reformista… creatividad;
innovación, curiosidad; motivación.
Otra vez, el periodista,
recostado en la comodidad de un discurso archidigitalizado, ignora todos los
factores que conviven en el día a día escolar y que sólo los docentes conocen y
también los integrantes de las familias de los alumnos/as, que están en la
práctica diaria, lo que no vamos a detallar aquí por razones de economía
lingüística. Aunque como ejemplo podríamos citar la lucha por el no traslado de
la Escuela de Cerámica 1, o al intento de cierre de las nocturnas y de los
profesorados por parte de un ministerio de educación de la Ciudad que tiene una
estructura obsoleta, decimonónica y su burocracia es la verdadera máquina de
impedir.
Incluso el ineficaz ministerio de la Nación que no tiene escuelas, ni
paga salarios docentes pero hace convenios multimillonarios con fundaciones,
como la de Sunny Varkey, para no abundar.
Pero ese es otro tema (o el mismo) que habrá que debatir en un amplio
Congreso Pedagógico, para transformar el modelo parasitario de las fundaciones
corporativas alimentándose del dinero público que debería ir a las escuelas
para que no se caigan, para que no se lluevan, para que no sean una trampa de
electrocución, por ejemplo. O a los comedores escolares en épocas donde el
hambre y el aumento de la pobreza vuelven a ser una cuestión primordial, sobre
todo cuando la mitad de los chicos y chicas son pobres y paradójicamente, por
no decir perversamente, el gobierno de la Ciudad pretende cobrar 110 pesos por
día a aquellos alumnos y alumnas que no hayan tramitado la beca alimentaria
(por internet).
Podría, señor periodista, haberse enterado de esas resoluciones
ministeriales. Y, tal vez, pueda ver que los conatos de “conflictividad”,
siempre, siempre, son provocados por este gobierno, incapaz de un plato de
comida, pero obscenamente dadivoso para la quita de retenciones a las
megamineras.
Y es en estas circunstancias, cuando se habla de “vulnerabilidad
educativa”, se debería aclarar que la escuela no es más que la manifestación de
la vulnerabilidad social generada por las políticas de Estado. Cuando el Estado
decide “seleccionar” para dar un plato de comida a los pibes y pibas, que,
además, se tienen que “inscribir” para solicitarlo y posteriormente si la
solicitud es aceptada, recibirlo, firmando una suerte de “certificado de pobreza”,
no sólo es estigmatizante, sino obscenamente discriminatorio.
Naturalizar estas prácticas es naturalizar la “cultura represora” que
anida en la intelligentsia elitista gubernamental y sus “voceros” (correveidiles)
mediáticos. En esos temas, no recuerdan hablar del sistema de educación
finlandesa que otorga el almuerzo a todos/as sus estudiantes de las escuelas públicas (97%), y que les da
una hora o más para ese refrigerio con alimentos de alta calidad nutricional y
eso no es porque sus alumnos/as sean pobres, es porque tienen una política de
Estado de mucha atención y protección a la niñez y a la juventud.
En cambio en estas latitudes, es en la escuela pública donde aparece
en toda su dimensión la problemática social que el señor periodista del diario
La Nación no pudo focalizar porque el velo de su ideología le tapa la realidad.
Piensa la escuela como un laboratorio aséptico, artificial donde aparecen los
premios de las fundaciones y sus premiados que llevan a Davos a vivir en el mundo de
Disney por un millón de dólares, y por un ratito, que uno solo “gana”.
¿Qué es para Varkey un millón de dólares de los miles de millones que
gana con sus “servicios educativos” prestados de manera estandarizada a
gobiernos como este o el de Ghana?, incluso en un convenio con la UNESCO, para no abundar. Asegurándose la difusión de
su negocio corporativo y de la ideología del “mérito” y el “éxito” con todo lo
que eso conlleva en lo que Angelique del Rey definió como “Un ‘hombre sin
atributos’”[3]
formado para “no saber”, para “no ser”, es decir, formado en las competencias.
¿Ideologismo,
privilegio? o la era del pospensamiento que impulsan los reformadores y sus
lenguaraces?
Pero hay más, el periodista insiste con los mismos argumentos: “En
las últimas décadas, la escuela ha confundido vanguardia pedagógica con
confusas reformas programáticas y con la imposición de neologismos y
maquillajes que han dado muy malos resultados. Las Pruebas Aprender son
una demostración categórica: los chicos tienen severas dificultades para
comprender textos y resolver cálculos elementales. Ni hablar de la capacidad
para exponer ideas, oralmente o por escrito, con claridad y coherencia. El
retroceso en la calidad educativa es un dato que solo puede negarse desde algún
ideologismo que, por lo general, encubre la defensa de un privilegio.”
Parece ser que el periodista confunde escuela con ministerio, las
“confusas reformas programáticas” no surgen de la escuela, no se piensan en la
escuela, se imponen de la dirección de
Planeamiento del decimonónico ministerio de educación, que para ejemplificar
con la Ciudad de Buenos Aires, primero fue “La Nueva Escuela Secundaria” y
ahora, “La Secundaria del Futuro”, dos engendros que se superponen; reforma de
la reforma, o como diría el presidente, “el reformismo permanente”.
Y para coronar, en épocas de reyes (que poco o nada saben de Borges),
“El Plan Maestro”, un plan de desposesión fundado en esa intelligentsia elitista, viral de las fundaciones, ong’s y
universidades privadas (que son una especie de faro de la reforma educativa),
si es que seguimos de cerca las “citas de autoridad” que aparecen en las
argumentaciones, o incluso rastreamos que en su texto aparece 72 veces la
palabra “evaluación” y menos de la
mitad (30 veces) la palabra “conocimiento”
, el adjetivo “pedagógico” en 7 oportunidades y el adjetivo “didáctico”, una.
Probablemente esto, que acabo de describir, tampoco le llamó la
atención al señor periodista.
Mientras que en la “ley de
formación docente…”que legaliza la UniCABA, que es lo más parecido a un
reglamento de vigilancia para castigar a los profesorados históricos; la
palabra “evaluación” aparece 36 veces; “conocimiento”, 26; “pedagógico”, 3 y “didáctico”,
0.
De qué hablamos, entonces, cuando hablamos de cuerpos legales que se
enmascaran en la “educación” pero los efectos que buscan generar tienen otro
sentido.
En correlato, dice el periodista: “…Las pruebas Aprender son la
demostración categórica…”. Las pruebas Aprender no fueron ni pensadas, ni
diseñadas por los/as docentes. Sólo fueron pensadas como un instrumento para
continuar con el ejercicio provocador de degradación y sumisión de la docencia,
que, además, transforma al que estudió en un mero “aplicador”, sobran los
ejemplos mundiales para demostrar que las pruebas estandarizadas son un multimillonario negocio, como ejemplo están
las famosas pruebas PISA, patrocinadas por la OCDE y negociadas por Pearson
PLC, una de las mayores corporaciones editoriales del mundo con una trayectoria
poco transparente, sobre todo en EEUU. ¡Lo que no hará en países como el
nuestro!
Y… continúa el periodista: “… El retroceso de la calidad educativa…”.
¿A qué calidad se refiere?, Seguramente a la calidad de los resultados. Lo que
decíamos antes, pedagogía instrumental.
Los reformadores y sus voceros, no ven un sujeto de la educación, focalizan un individuo de los resultados, “un
hombre sin atributos”.
¡Más Millonarios! ¡Basta
Ya!
Más adelante, en su artículo propone actividades como si estuviera
descubriendo el universo microscópico de “El Aleph” de Borges (el verdadero,
Jorge Luis): “… ¿no han evaluado la posibilidad de que los chicos, en esas horas
perdidas, escuchen y vean charlas TED sobre distintos temas, guiados por el
preceptor? ¿O que busquen en YouTube entrevistas con escritores, músicos,
líderes globales, como Bill Gates…” (¡Tal vez por eso lo llama “horas
perdidas”!)
No debo asombrarme, porque este es el nivel de los que hablan de
“educación pública” desde sus lugares de “¡privilegio!”,
es decir un nivel TED, la simplificación del pensamiento propuesto por la
organización que factura millones de dólares por hacer, en el mejor de los
casos, divulgación científica en clave de entretenimiento para una elite
seudointelectual, aunque buen negocio estadounidense de lo que podríamos llamar
el “fast- knowledge” (conocimiento instantáneo). ¡Manifestaciones
estupidizantes de la new – age!
Más adelante, el periodista, incluye a Bill Gates, como actividad,
para mostrarlo como “líder global”. Tal vez tenga razón, Bill Gates, con su
fundación “Bill y Melinda Gates”, está llevando a cabo un “excelente trabajo”
para que los Estados Unidos terminen con la educación pública, es un impulsor de
las escuelas chárter, al igual que Sunny Varkey y Pearson PLC (la editora del
negocio de las pruebas PISA), entre otros tantos.
Bill Gates ha financiado un documental en Hollywood, “Esperando
a Superman”, un libelo para
denostar la escuela pública y a sus docentes; llegando al extremo de comparar
un alumno de escuela pública con un futuro delincuente y los costos de la
cárcel con la inversión familiar en la
escuela privada. Además de comprar periodistas y políticos. ¡La manifestación del “ideologismo”!
Sobran los denostadores de lo público, porque tienen que trabajar para
sus propios intereses o los de sus amos. No se necesita nada más para darse
cuenta que lo público es el único territorio de lo “común” y es por eso que el
proceso de desposesión se acentúa en el avance corporativo en la educación.
Acechar y subsumir lo público a lo privado, borra lo común y suma, aun más, la dominación
de unos pocos sobre las mayorías.
Es la escuela pública, la educación común, lo que debemos discutir en
un amplio Congreso Pedagógico, entre los educadores, la comunidad educativa,
sin la intervención de la colonialidad corporativa y contra ella en todas sus
manifestaciones.
*Profesor y Licenciado en Letras. Docente durante 30 años en la
Escuela de Comercio 3 Hipólito Vieytes
(CABA) de la que se retiró como Rector en 2015. Autor del Ensayo “La
novela educativa o el relato de la alienación” (2005) con prólogo de
Osvaldo Bayer y de numerosos artículos.
Actualmente está próxima la publicación de su libro, “La
educación en la era corporativa (la trama de la desposesión)” un
esfuerzo conjunto de Ediciones Herramienta y el Portal Contrahegemonía Web.
Además es productor periodístico y columnista del programa radial “La
Deuda Eterna”.
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