La educación en el discurso
posfactual y la alucinación de la
reforma educativa
Por Darío Balvidares
El primero de marzo, el
presidente Macri inauguró las sesiones del parlamento nacional con un discurso
posfactual, que desconectaba los acontecimientos reales de las palabras que
funcionaban construyendo un texto contra toda referencia a la realidad; cuasi
psicótico, enfrentado con el presente distópico que estamos viviendo.
En ese marco del alucinatorio discursivo,
inherente a la pedagogía del sometimiento, surge el apartado de educación en el que el presidente
dice: "el año pasado les pedí (a los
legisladores), e insistiré este año enviando un proyecto de ley, que
modifiquemos un artículo de la ley nacional de educación, aquel que no nos
permite informar globalmente, totalmente, sobre las evaluaciones de calidad de
las pruebas que hacen nuestros hijos. Los padres merecen saber la verdad de la
calidad de educación que reciben los chicos para poder actuar e involucrarse, y
asegurarse de que sus hijos, el día de mañana, accedan a un buen trabajo". En una primera lectura, el presidente, o
quien le escribió el discurso, muestra tener instalada como categoría las
“evaluaciones de calidad”, justamente primer dato del alucinatorio es afirmar
que las evaluaciones externas son las que “marcan” la “calidad” de la
educación. Sólo en el reduccionismo instrumental de los reformistas, la
educación se contrae a los resultados de una prueba estandarizada. Al mismo tiempo que, en una segunda lectura, “los
resultados” revelarían la “culpabilidad de la escuela” si son malos o los
logros del gobierno, si son buenos. Claro que la escuela son los docentes y el
gobierno, los funcionarios.
Deshacer, desnaturalizar,
desubjetivizar es la tarea putrefacta de los personeros de lo que llaman “reforma educativa”, en la que
nadie es quién es, sino que se debe ser lo que la colonialidad del poder
alucina.
Además, en ese mismo espacio
cuasi psicótico del discurso presidencial se desliza una cuestión de la “moral”
(de pacotilla): “… Los padres merecen saber la verdad de la calidad de la
educación…”. Las pruebas externas estandarizadas son portadoras de la “verdad”.
A eso se reduce el pensamiento presidencial y el de los reformadores en general,
guionada desde siempre por el Banco Mundial y sus repetidoras virales
(fundaciones y ong corporativas). Es interesante pensar que la verdad está en
la estandarización de una prueba externa, descontextualizada y distante, puesto
que no fue ni pensada y mucho menos diseñada por lxs docentes.
Nada dice el presidente sobre el
“merecimiento de los padres”, para saber sobre la infraestructura de las
escuelas que habitan sus hijos, que sólo en lo que va de la semana fueron noticia:
una nueva fumigación con agrotóxicos y con los alumnos y docentes en las instalaciones[1]
en dos escuelas rurales (kilómetro 78 de la ruta nacional 8); ni sobre la caída
de la loza del primer piso en la construcción de un jardín[2]
en Villa Lugano; ni del desprendimiento de la mampostería de un primer grado de
una escuela[3] en
el partido de Pilar.
Tampoco le dice a los padres el
millonario costo del negocio de las pruebas estandarizadas, colonialistas
(quiero decir, internacionales) y las coloniales (quiero decir, nacionales). Ni
de los 150000 dólares mensuales que el ministerio paga por capacitación en 4
provincias hasta el 2020 a la Fudación Varkey[4];
o que los salarios de los docentes argentinos están entre los más bajos del mundo[5].
¡Sigamos desalambrando!
Un documento del Banco Mundial[6]
da las “recomendaciones” en las que sostiene que: “…En el aula, los docentes no
están lo suficientemente capacitados para evaluar el aprendizaje de manera
eficaz, sobre todo cuando las evaluaciones se enfocan en destrezas más
complejas (…) No hay una manera eficaz de integrar los resultados de la
evaluación formativa que los docentes realizan en el aula con este tipo de
información confiable sobre todo el sistema…” (pág. 30)
¡Celebración bancaria! … los
docentes no están suficientemente capacitados para evaluar de manera eficaz,
porque las evaluaciones formativas que
ellos piensan y diseñan, en función
del grupo de alumnxs, no son confiables.
El alucinatorio colonial se refleja en el alucinatorio discurso presidencial.
Pero eso no es todo, también el
documento bancario dixit: “Las evaluaciones internacionales también
suministran información que ayuda a mejorar los sistemas. Las evaluaciones
internacionales (como las del PISA, el TIMSS y el PIRLS) y las regionales (como
las del PASEC en África occidental y central, y la del Laboratorio
Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación [LLECE]) brindan
una perspectiva adicional sobre el nivel de aprendizaje de los estudiantes. (…)
Además, pueden ser herramientas poderosas desde el punto de vista político:
dado que a los dirigentes de los distintos países les preocupan la productividad
y la competitividad a nivel nacional, las comparaciones internacionales pueden
generar conciencia sobre el nivel de retraso que experimenta un país con
respecto a otros en la promoción del capital humano.”(pág. 30).
Este otro párrafo inscribe perfectamente
el pensamiento reformista en el paradigma al que se quiere llegar. La escuela
es una especie de preparatoria de “capital humano”, formado para la
competitividad y productividad ¿de quiénes?.
De los concentradores de la riqueza, de los empobrecedores globales… en
definitiva de la pedagogía del sometimiento, enquistada en la colonialidad del
poder.
Incluso, algunos opinadores
alineados a la desposesión educativa, consideran que la educación debe ser un servicio
y no un derecho humano: “Una ley que transforme a la educación en un
servicio público protegería el derecho a la educación de nuestros niños,
quienes no pueden tomar medidas de fuerza para defenderlo.[7]” escrito por el
rector de UCEMA, con posgrado en la Universidad de Chicago, quien además
alienta lo dicho por el presidente sobre “educación” en la apertura de sesiones
de la que hablamos en este artículo: “…resulta indispensable modificar el
artículo 97 de la ley 26206 de educación nacional a los fines de generar las
condiciones para que una verdadera revolución educativa sea exigida por los
mismos padres de los niños y jóvenes afectados por la tragedia educativa que
hoy vive nuestro país. Su indignación le daría al Gobierno el apoyo sin
el cual es imposible enfrentar a los sindicatos docentes, los más acérrimos
defensores del statu quo.”[8]
Curioso que hablen de “revolución educativa”
quienes siguen los recetarios y repiten lo que los obsoletos organismos
internacionales dicen desde hace 30 años, desde que pusieron en “crisis” los
sistemas de educación pública para abrir un nuevo mercado que permita generar mayor
acumulación.
El tema de “servicios educativos” está
instalado desde comienzos de los ’90 del siglo pasado y justamente el Banco Mundial
nunca abandonó esa categoría.
Dice el texto de Edgardo Zablotsky: “… Su
indignación le daría al Gobierno el apoyo sin el cual es imposible enfrentar a
los sindicatos docentes…” Hablando de la indignación que los padres
sentirían si se publicaran los resultados de las pruebas estandarizadas, y cómo
el gobierno utilizaría esa “información” para empoderarse y enfrentar a los
sindicatos.
Esa idea se desprende del documento bancario: “
(las pruebas estandarizadas) pueden ser herramientas poderosas desde el
punto de vista político…”
Ese discurso de la
confrontación, para generar presión en lxs docentes, para presionar a los
padres en contra de los docentes, para que el gobierno tenga un resultado
de destrucción masiva de la sindicalización, surge de la pedagogía del
sometimiento que estamos enfrentado a diario, los formatos de represión
discursiva están presentes en todos los documentos de los reformadores, en sus
escritos, en sus charlas… Desde el inicio de la reforma, lxs docentes y la
sindicalización son los “enemigos” a vencer, por eso la precarización salarial
es el arma que utilizan quienes de hecho son los enemigos de la educación
pública a la que han herido y siguen golpeando estos hacedores de la privatización,
de la tercerización, los enemigos de lo público.
La batalla cultural está declarada, la revolución educativa será en
función de la descolonización cultural; en función de que los educadores tomen
el sistema en sus manos, para que ese proceso de descolonización cultural se
lleve a cabo en poco tiempo; en función de que todo el andamiaje alucinatorio
de la institucionalidad reformista siga perdiendo frente a la realidad de la
putrefacta política educativa, que nada resuelve, con escuelas que se caen o
están electrificadas o fumigadas, lo que indica y revela la verdadera intencionalidad
de la reforma sobre la educación pública, su desaparición.
[6] Banco
Mundial 2018, Informe sobre el desarrollo mundial 2018: Aprender para hacer
realidad la promesa de la educación, cuadernillo del “Panorama” General”, Banco
Mundial, Washington DC: Licencia: Creative Commons de Reconocimiento CCBY 3.0
IGO.
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