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lunes, 18 de agosto de 2025

Docentes en lucha, mientras desde Delaware irrumpe Zoe, la profesora IA


El reclamo docente se intensificó en las últimas semanas. La escena se repite, no por inercia sino por una arquitectura persistente de desposesión que atraviesa todos los gobiernos. No se trata solo de salarios insuficientes o condiciones laborales degradadas, lo que está en juego es el sentido mismo de la educación pública como espacio de transmisión, cuidado y construcción colectiva del conocimiento.

La lucha actual condensa una resistencia ética frente a una ofensiva multisectorial que se expresa en distintos planos: vaciamiento institucional, precarización del trabajo pedagógico, fragmentación territorial y avance de lógicas empresariales en la gestión educativa. A ello se suma la tecnología como dispositivo que refuerza la racionalidad corporativa, desplazando el saber situado por simulaciones de entusiasmo algorítmico.

En este contexto, la figura docente como trabajador del conocimiento se ve desplazada por narrativas de emprendedurismo, meritocracia digital y promesas de innovación que encubren la retirada del Estado. La llamada “pedagogía del entusiasmo”, promovida desde Zoe (producto estrella de la empresa Humanversum) se instala como síntoma de una nueva etapa de privatización educativa. A ello se suma el discurso de uno de sus creadores, Chris Meniw, presentado por el mercado educativo como “visionario en tecnología y educación”, en una operación que articula marketing, filantropía empresarial y legitimación política.

Mientras docentes marchan y se movilizan en todo el territorio argentino en busca de respuestas concretas frente a una realidad acuciante en todos los niveles educativos, lo que se convierte en noticia/espectáculo es el anuncio de las clases que impartirá Zoe, la profesora creada con inteligencia artificial, el 15 de agosto en la escuela San José de Villa Cañás, provincia de Santa Fe. El evento funciona como caso piloto de integración de la IA en la escuela pública, pero también como laboratorio de reconfiguración epistemológica.

Chris Meniw aparece como ícono de las nuevas filantropías empresariales, ampliamente difundidas por organismos internacionales y naturalizadas por dirigentes políticos, funcionarios gubernamentales, líderes educativos y sectores del periodismo que, de manera acrítica, celebran el desembarco tecnológico en las aulas. Así, los espacios educativos se transforman en campos de experimentación para el capitalismo digital, en función de una estrategia de desposesión del conocimiento y producción de nuevos sujetos performativos. Una reingeniería social sobre claves epistemológicas operacionales.

Chris Meniw y el dispositivo Zoe: entusiasmo, amenaza y borramiento pedagógico

Las declaraciones de Chris Meniw en medios masivos no dejan lugar a dudas sobre el horizonte que promueve el dispositivo Zoe. En una entrevista reciente, afirmó: “Si sabés capacitarte en habilidades y no en conocimiento, vas a aumentar tu capacidad mental” (Página 12, 7 de agosto 2025). La frase condensa una lógica empresarial que convierte el saber en insumo funcional, desplazando el conocimiento como proceso crítico, situado, colectivo e indispensable para el desarrollo intelectual de lxs estudiantes. La noción de “habilidades” se impone como valor de mercado, mientras el conocimiento, como construcción histórica, política y pedagógica, es deslegitimado.

Más grave aún es su afirmación: “Si los docentes siguen enseñando como están enseñando, lo más probable es que pierdan el trabajo, pero no porque la IA los reemplace, sino porque lo que están ofreciendo sea algo totalmente obsoleto”. (“La inmensa minoría” Radio Con Vos 89.9 – 4/8/2025). Esta sentencia no solo amenaza el trabajo docente: desconoce deliberadamente que los contenidos que se enseñan en las escuelas no son definidos por los docentes, sino que están en los diseños curriculares elaborados por los ministerios de educación provinciales y de la Ciudad de Buenos Aires.

Meniw desplaza la responsabilidad institucional hacia los cuerpos docentes, construyéndolos como obstáculos hacia un futuro “promisorio” de un presente ahistórico refundado por las empresas tecnológicas, cuando en la realidad son quienes ponen el cuerpo para el sostenimiento de la educación pública pauperizada por los poderes de turno.

En este marco, Zoe no es solo una herramienta, es una figura performativa que encarna la pedagogía del entusiasmo como forma de disciplinamiento. Su presencia en escuelas, su capacidad de interacción las 24 horas y los siete días de la semana, su estética emocional y su retórica de acompañamiento configuran un dispositivo que simula afecto mientras reorganiza el vínculo pedagógico bajo lógicas algorítmicas.

La transeducación no es solo una mutación técnica, sino la reorganización del campo simbólico, donde el docente comienza a ser desplazado por dispositivos que simulan afecto, presencia y saber.

Meniw, en tanto vocero, encarna esta reorganización; humaniza la deshumanización, estetiza el ajuste y convierte la amenaza en espectáculo. Su discurso no es ingenuo, es parte de una estrategia de legitimación empresarial que se articula con las recomendaciones de los organismos internacionales, certificadoras privadas y políticas públicas que habilitan la entrada de estos dispositivos sin debate ni regulación.

Humanversum LLC, una fiduciaria en Delaware

La empresa que promueve a Zoe como “la primera profesora creada con inteligencia artificial de América Latina” no está registrada como una compañía educativa en sentido convencional. Humanversum LLC aparece en el registro público de Delaware como una compañía fiduciaria, una figura legal utilizada habitualmente para la gestión de activos, fideicomisos o transacciones financieras complejas. Esta estructura no es la habitual para una empresa que afirma dedicarse a la innovación pedagógica, la formación docente y la transformación emocional del aprendizaje.

La elección de Delaware en los Estados Unidos reconocido como paraíso fiscal corporativo no parece casual, con regulaciones que permiten opacidad financiera, beneficios tributarios y escasa exigencia de transparencia. En este marco, Humanversum se presenta como plataforma educativa, pero su naturaleza jurídica sugiere que su propósito principal podría estar más vinculado a la gestión de capitales y activos simbólicos que al desarrollo pedagógico.

En el artículo de Techla Media, se confirma que Humanversum mantiene una alianza estratégica con el Grupo Doctrina Qualitas, entidad que certifica sus programas y le otorga el “Sello de Calidad Educativa de Excelencia EQS”. Además, sus cursos son avalados por Sabal University, una universidad estadounidense del mismo grupo empresarial. Esta red de certificación privada, con alcance en Latinoamérica, EE.UU. y Europa, refuerza la hipótesis de que estamos ante una arquitectura transnacional de legitimación, donde las certificaciones “avalan” que el saber y la formación académica se conviertan en valor agregado corporativo. ¡El proceso de desposesión continúa su marcha!

La retórica de Humanversum, centrada en el entusiasmo, la personalización, el metaverso y las habilidades blandas, contrasta con su inscripción como compañía fiduciaria.

La escena educativa argentina y latinoamericana se encuentra atravesada por una ofensiva empresarial que, bajo el ropaje de la innovación, instala dispositivos de control, certificación y desposesión simbólica.

Humanversum no escapa a esta lógica. Su estructura offshore, su alianza con certificadoras privadas y su promoción de Zoe como figura de desarrollo de aprendizajes configuran un dispositivo que simula pedagogía mientras organiza la fuga del sentido educativo.

La educación, en este modelo, se convierte en interfaz: un espacio donde el saber se gamifica, se estetiza y se certifica; pero ya no se transmite ni se disputa.

Zoe en Villa Cañás, entre marketing y prompts

El próximo 15 de agosto, en el Colegio San José de Villa Cañás, se llevará a cabo la primera clase piloto de Zoe, la profesora algorítmica creada por Humanversum. El curso, dirigido a estudiantes de nivel secundario, abordará contenidos sobre marketing y prompts* para interactuar con sistemas de IA. Se trata de saberes funcionales al mercado, orientados a la instrucción por lo tanto no hay formación crítica ni desarrollo intelectual, hay entrenamiento para la performatividad económica.

Esta escena pedagógica no busca formar ciudadanos reflexivos, sino emprendedores, capaces de capitalizar su entusiasmo y convertirlo en activo. Humanversum no promueve una educación ni una formación integral, promueve una economía de subjetividades, donde cada estudiante es un portador de valor, un nodo de monetización.

El marco conceptual y operativo de Humanversum, inscripta como empresa en Delaware, permite leer esta escena como parte de un ensayo de reorganización del vínculo pedagógico.

La directora del colegio, Gabriela Farina, explicó que los docentes podrán monitorear el progreso en tiempo real, pero sin interferir en la interacción entre Zoe y los estudiantes. El docente queda así desplazado del circuito de enseñanza-aprendizaje, reducido a un rol técnico de supervisión. No hay transmisión, interpretación ni acompañamiento.

Aunque Chris Meniw insista en que Zoe “no viene a reemplazar a los docentes”, lo que se ensayará el 15 de agosto es una pedagogía sin cuerpo, donde el saber se presenta como servicio al capital. La clase es una experimentación de la imposición del futuro diseñado por el capitalismo digital, bajo la forma de educación financiera, emocionalmente optimizada y empresarialmente administrada.

En este contexto, la clase de marketing que “dará” Zoe es un ejemplo de la propia estrategia que la compañía está usando. Están enseñando marketing mientras hacen marketing. Es un bucle de autopromoción en esta transferencia hacia la transeducación empresarial. Por eso alguna vez nos preguntamos: ¿La educación necesita de la Inteligencia Artificial o a la inversa?

* Instrucciones que guían al programa de inteligencia artificial para crear contenidos.

Imagen de portada: Zoe la profesora creada por la IA. Crédito iProUP

Publicada en Huella del Sur 14/8/2025

viernes, 1 de agosto de 2025

La arquitectura del consenso represivo

 

 


 Cuando la ministra Patricia Bullrich presentó el protocolo antipiquetes, lo hizo bajo la promesa de restituir un orden perdido. En junio de 2024, en De protocolos y otros demonios, advertíamos que ese “orden” no es legal ni constitucional, es escenográfico, afectivo, construido sobre el adjudicado “hartazgo urbano” y la fobia de clase. El protocolo no regula, organiza una pedagogía del castigo que necesita ser percibida como legítima por quienes no la sufren.

Desposesión con uniforme

Lo ocurrido, otra vez este miércoles, frente al Congreso forma parte de esa arquitectura. Las fuerzas desproporcionadas desplegadas por la policía de la Ciudad no se limitaron a cumplir el oscurantista protocolo; como en otras oportunidades ensayaron una coreografía de intimidación y violencia que convierte el espacio público en zona sitiada y de escarmiento, como bien se describe en “La crueldad avanza. Otro miércoles de represión”.

Este texto no busca narrar lo que ya fue publicado en el artículo de Huella del Sur, citado anteriormente (el operativo, la represión, los heridos) sino desmontar la lógica que permite que eso ocurra una y otra vez sin escándalo ni interrupción. A partir de imágenes, archivos y genealogías institucionales, esta nota se propone pensar cómo el protocolo antipiquetes se convierte en una gramática estatal del castigo, donde el orden es escenografía y la violencia, dispositivo pedagógico. Lo que se analiza aquí no es sólo lo que pasó, sino lo que se repite, se normaliza y se organiza como forma de gobierno.

Foto: crédito Sol Erazo

La imagen de la formación policial que se alinea detrás de los fotoperiodistas construye la estética del control y el amedrentamiento. La imagen muestra una línea de efectivos antidisturbios frente a un carro hidrante, dispositivo de represión estatal que organiza la escena como amenaza. Varias personas registran el momento con cámaras. El acto de documentar también se vuelve práctica de resistencia. Aquí, la infraestructura no sirve para proteger, sino para desplegar una pedagogía del castigo. La violencia no aparece como excepción, sino como gramática rutinaria en la administración del espacio público.

En la siguiente imagen, un efectivo filma desde lo alto, en el balcón de un edificio, con trípode y cámara institucional. Pero no va a registrar la violencia, sino su versión coreografiada. La policía produce su propio relato visual.

Foto: crédito Sol Erazo

Este “consenso” del discurso político oficial que conculca derechos, pretendiendo que la “libre circulación” está por sobre el derecho al reclamo colectivo y que se edifica sobre la falsa construcción de un “deseo social” del fin de las protestas callejeras, queda totalmente desvirtuado toda vez que son las propias fuerzas represivas del propio Estado las que cortan las calles e impiden la circulación, como se ha mostrado con imágenes de drones en algunos medios.

El “caos de tránsito”, imagen tan cara a graficar por un sector mayoritario del periodismo, no es un producto de las manifestaciones sino de los operativos conjuntos entre las fuerzas de (in)seguridad de la Nación y la policía de la Ciudad de Buenos Aires. En esta oportunidad el patético espectáculo fue coreografiado por la infantería de la policía local, enviada por el jefe de gobierno, Jorge Macri, demostrando su “fiereza” contra adultos mayores y periodistas.

Cuerpo y escenografía: represión y resistencia

La escenografía represiva no funciona en vacío se despliega contra cuerpos que alteran su brutal gramática. Lo que se organiza frente al Congreso es la disputa por el sentido del cuerpo en ese espacio. Y esa disputa, por momentos, se vuelve visible, incluso cuando el dispositivo represor intenta invisibilizarla.

Foto: crédito Sol Erazo

En la imagen, una formación policial motorizada quiebra la escena cotidiana, una coreografía del control que anticipa el castigo como horizonte posible. La escena no comunica legalidad, sino potencia represiva. El intento de convertir el espacio en amenaza regulada; el castigo está disponible.

Foto: crédito Sol Erazo

En esta otra imagen, la cámara se detiene sobre quienes marchan. Son cuerpos diversos, apretados pero móviles, en gesto de afirmación. No hay escudos ni cascos, hay banderas, miradas, presencia. Esta imagen rompe la simetría del dispositivo anterior. No ofrece control ni formación, sino recorrido. Y en ese recorrido, los cuerpos ya no son objeto de escarmiento, sino sujetos de resistencia y rebeldía.

Ambas imágenes narran una tensión; la del Estado que dispone su fuerza como espectáculo del miedo y la de los jubiladxs que insiste en ocupar, caminar, resistir, hacer escuchar su voz, que desde lo íntimo se hace colectiva e impacta en el espacio público, lo construye como plural.

Mientras la coreografía represiva necesita ser vista; la resistencia produce su propio guion visual, sin uniformes, sin escudos, pero cargado de sentido, contra el sinsentido de la patética irracionalidad gubernamental.

El protocolo antipiquetes no regula acciones, produce ficciones. Pero en esas ficciones se cuelan otras narrativas, otras formas de estar, otras gestualidades. Y esas formas, aunque el dispositivo intente silenciarlas, logran interrumpir el relato disciplinario y violento, como lo demostraron las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.

De la coreografía del escarmiento a la inteligencia como amenaza

La escena frente al Congreso condensa algo más que una represión puntual expone una lógica donde la visibilidad del castigo opera como advertencia pública. Lo punitivo como estrategia pedagógica para los cuerpos que se movilizan y para los que observan.

La performatividad del castigo no se agota en el golpe ni en el avance policial, reside en el diseño, la anticipación, el gesto que aún sin concretarse, ya intimida. Cada escudo alineado, cada cámara institucional filmando la movilización, cada espacio barrial ocupado, actúa sobre el imaginario no para prevenir delitos, sino para instalar la idea de que el derecho puede ser suspendido por la sola voluntad del poder.

Ese diseño – consciente, iterativo, narrado por los propios agentes – no es espontáneo, responde a una gramática de inteligencia represiva que el Estado construye y difunde.

Imaginar el control: ficciones tácticas

Si el castigo se escenifica para producir temor, la inteligencia represiva opera antes y más allá de ese momento, anticipa, interpreta, ficcionaliza. No se trata solo de seguir, infiltrar o registrar, sino de construir relatos que organizan el sentido de la amenaza. Es el Estado narrando su propio poder, creando categorías como “violento funcional” o “infiltrado”, para legitimar la excepción.

Esta narrativa no emana de los hechos, los prefigura. Circula en partes de prensa, diagnósticos oficiales, informes de riesgo. Una forma de hacer inteligencia que no busca conocer, sino moldear percepciones; decir qué es peligroso, antes de que ocurra, lo que no va a ocurrir pero ya fue instalado en el imaginario social.

La performatividad no es solo del castigo físico, sino del relato estratégico, como recurso didáctico de la pedagogía del miedo. Una sintaxis de la sospecha que organiza y distribuye roles: cuerpos sospechosos, movimientos potencialmente hostiles, barrios leídos como zonas rojas. Todo lo que no se ajusta al guion estatal, puede ser reescrito como amenaza.

El día que ya conocíamos: la repetición como forma de gobierno

Lo ocurrido este miércoles no sorprende porque se repite. Y en esa repetición, el Estado reafirma su capacidad de ejercer violencia como única gramática política disponible. Es la administración cotidiana del miedo, legitimada por dispositivos técnicos y ficciones sobre la seguridad.

Cada jornada como esta reactualiza un guion que ya estaba escrito: presencia intimidante, deslegitimación de la protesta, escarmiento ejemplar, escenografía del “orden”. Relato oficial que culpa a los cuerpos que lo padecen. Lo que parece coyuntural, una manifestación, un herido en el suelo, es en realidad la pedagogía del disciplinamiento, practicada una y otra vez frente a quienes se atreven a no callar.

La repetición es la persistencia estructural del monopolio estatal de la violencia, ahora narrado como necesidad, eficiencia o protocolo. Lo que se impone no es el orden, sino la amenaza de que todo puede volver a suceder, porque nunca dejó de suceder.

Esa amenaza constante encuentra en sus ejecutores rostros ya conocidos. El actual ministro de Seguridad porteño, Horacio Giménez, no es un recién llegado, comandó la represión en el Hospital Borda en 2013, donde policías lesionaron a pacientes y trabajadores de la salud. Hoy, procesado y con una causa penal aún abierta, dirige las mismas fuerzas que, bajo el ropaje del protocolo, reactualizan la pedagogía de la crueldad. No se trata de excesos, sino de continuidades y de oscuras lealtades disciplinarias rayanas con el delito de uniforme.

La imágenes que se repiten miércoles tras miércoles, muestran la lucha por el sentido contra el sinsentido de la irracionalidad estatal-gubernamental, cuya única propuesta linda con lo luctuoso y sus sinónimos.

Imagen de portada: Sol Erazo (se repite al interior del texto).

Publicada en Huella del Sur  1/8/2025