Por Darío Balvidares
La pandemia ha facilitado y puesto en la superficie un universo con
rasgos esquizofrénicos, algo que ya se había manifestado en otras oportunidades
de “catástrofe”, entre ellas, los
efectos del huracán “Katrina” (2005) en Nueva Orleans, donde las políticas
estadounidenses, lejos de velar por las
más básicas cuestiones sociales y habitacionales, la ocurrencia fue, charterizar las escuelas públicas,
aplicando la doctrina del shock, como tan bien lo explica Naomi Klein[1].
Cabe aclarar que la interpretación de esquizofrenia que se propone en
este artículo intenta acercarse a la que utilizó Fredric Jameson[2], de carácter descriptivo,
no clínico; la que plantea el quiebre de la relación entre significantes en los
discursos sociales.
Y también una conceptualización teórica descripta y explicada por
Alfredo Grande[3]
y que consiste en la diferencia entre sustitución
y restitución (en relación con lo
vincular).
Dice Grande que el vínculo tiene marcas corporales, pero en estas
épocas de pandemia, distanciamiento y aislamiento social obligatorio, la
virtualidad mediatiza el vínculo.
El tema es que, probablemente, la virtualidad nos permita visualizar
la apariencia de haber sustituido el vínculo, pero lo que allí se genera es la
restitución, no la sustitución, dirá Alfredo Grande, poniendo el ejemplo del
histórico dicho: le vendieron gato por liebre. Para continuar
afirmando, que se pierde la esencia. En cambio, la sustitución del vínculo se
explica cuando en el lugar de una flor
que se marchitó, existe otra flor.
Podríamos agregar que tal es el caso de las redes vinculares en la
escuela como espacio de sentido y su restitución
digital en las redes virtuales.
En la escuela se multiplican de manera dinámica las redes vinculares
que fluyen de manera permanente con vínculos que se sustituyen periódicamente,
se generan y regeneran, se establecen sobre una cadena de significantes que le
otorgan sentido.
Sería casi infinita una descripción de lo que estamos exponiendo en
estas últimas líneas, pero el lector encontrará los ejemplos que aquí
describimos de manera teórica.
La escuela virtual (para calificarla de algún modo en la coyuntura que
nos toca vivir) rompe esa cadena de significación vincular, ya no hay marcas en el cuerpo, solo
puede restituir, con la consecuente pérdida de la esencia.
El oxímoron, “distanciamiento cercano” que propone la virtualidad,
establece una relación “deshumanizada”, hasta tal punto que habría que
preguntarse qué ocurre durante el tiempo de aislamiento con les niñes y
jóvenes y sus realidades familiares en
lo cotidiano y suponiendo que todes tengan algún tipo de aparato que les
permita la presencia digital, cosa que tampoco es así, producto del
empobrecimiento del 50 % de les niñes y
adolescentes, entre otros factores.
Esto sin entrar en el quiebre de la sintaxis de cercanía en lo que refiere al curriculum, ahora virtualizado y operado desde las propias
plataformas llamadas educativas, lo que empuja aún más al docente al papel de facilitador como lo define, en su
posmoderno perfil, la literatura de la reforma economicista de la educación.
Es claro que la tecnología es otro medio de producción de sentido, que
instala la generación de lo inmediato, pero también es cierto que es un
instrumento de penetración cultural e ideológica, además un negocio
obscenamente billonario.
7 de los primeros 15 millonarios del mundo tienen compañías
tecnológicas, en conjunto sus fortunas
personales suman 476.7 billones de
dólares[4], sin tomar en cuenta el
valor, también obsceno, de sus compañías.
Era necesario hacer esta breve aclaración, porque son esas fortunas
las que nos imponen, desde distintas
perspectivas y con diversas estrategias, el uso y la interactuación con el
espacio tecnológico en todas sus manifestaciones para no ser declarado “analfabeto digital”.
En ese movimiento pendular entre los poderosos “proveedores de
tecnología” y los “usuarios”, se
manifiesta la brecha perversa del sistema injusto y desigual que restituye la relación de
colonialidad con apariencia vincular, en
el nivel macro. Y en el nivel micro, genera la ilusión de la “sustitución” del
vínculo desde la virtualidad.
Solidaridad: ¡Te vendo el curriculum!
Misiones fue una de las provincias en ampliar el contrato con los
servicios de Ticmas, en cuanto se suspendieron las clases, primero por el
avance del dengue e inmediatamente por el COVID-19.
Se puso en funcionamiento una plataforma virtual que era de carácter
optativo para los docentes, pero por la cuarentena se implementó la
obligatoriedad y su utilización y se extiende a todo el territorio provincial:
“Misiones tiene pensado apostar por una
plataforma virtual llamada Guacurarí para que los chicos no pierdan la rutina
escolar y firmaron un convenio con Ticmas, que se encargará de ofrecer los
contenidos que plantean los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAPs) en las
distintas materias (…) Estamos en una situación de emergencia. A
veces esas situaciones son una oportunidad. En la provincia hace años estamos
apostando por la innovación educativa. Fuimos trabajando en formación docente
continua y desarrollo de materiales. A la plataforma se puede acceder desde
computadores o celulares. ‘Creemos que podemos dar una solución rápida,
real y de impacto para que este período no se transforme en unas vacaciones’ planteó el ministro de Educación
Miguel Sedoff, que acompañó al gobernador en la conferencia explicativa”[5]
Esta breve cita abre la posibilidad de pensar en principio varias
perspectivas de análisis; Ticmas no es una simple plataforma virtual, Ticmas es
una empresa corporativa que ingresa en el sector más sensible del sistema a
través de los mecanismos de la endoprivatización, prueba de ello fue su
fastuosa presentación en la Feria del Libro del año pasado en la que pasaron
por su estand, dando charlas y conferencias, muchos de los nombres de los
llamados “especialistas”, que se referencian con el “Observatorio Argentinos
por la Educación” (la fundación de ceos empresariales que funciona como
“servicio de consultoría” privado con influencia ministerial) es decir, que
representan la voz fundamentalista del proceso (permanente) de reforma, junto a
“Educar 2050” y “Enseña por Argentina”, entre otras fundaciones; para ampliar el espacio endoprivatizador.
Justamente en mayo de 2019, escribía un artículo[6] en el que decía, que
TICMAS se presenta como una plataforma digital de aprendizaje, pero en realidad
es un potente negocio con penetración ideológica.
Veamos, el Grupo VI-DA es el propietario de TICMAS, sin embargo, “a través de Omidyar Network, junto
a Elevar Equity y The Rise Fund invierten en la
empresa argentina Grupo VIDA para impulsar el lanzamiento la lectura
digital y la educación (…) los fondos respaldarán el lanzamiento
de TICMAS, una nueva plataforma educativa cuyo objetivo es brindar
apoyo a profesores y estudiantes para fomentar la inclusión digital, el
desarrollo de habilidades blandas y el aprendizaje basado en proyectos”[7].
Además de los convenios, Ticmas promociona sus plataformas de manera
individual: “Todo el contenido curricular
que tu hijo necesita para mantenerse activo en sus aprendizajes, disponible
para consultarlo y utilizarlo cuantas veces quieras. Una excelente herramienta
para seguir estudiando una vez que la pandemia haya finalizado.
Al comprar la
suscripción anual, estarás adquiriendo todo el contenido curricular
correspondiente a todo el año escolar, para el nivel secundario de tu hijo.
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La cita que surge de la propia página web, restituye lo que la escuela tiene la imposibilidad de dar: el contenido curricular que tu hijo necesita,
haciendo la oferta de los contenidos de nivel primario de la CABA y provincia
de Buenos Aires.
TICMAS vende el contenido
curricular como mercancía, generando una “necesidad” ilusoria, además de
contribuir de manera eficaz a la profundización de las desigualdades y con un
ademán publicitario obsceno frente a la pandemia viral: Precio especial COVID- 19 (…)
Precio habitual $ 3800.
Lo que queda de manifiesto es que en el contexto de contagio viral y
perplejidad social se aprovecha la “oportunidad” de implantar los formatos
corporativos de endoprivatización educativa.
Esto señala cada vez más el avance del proceso de tercerización del
sistema; los docentes no tienen participación o su participación no es para
debatir posibilidades frente a la coyuntura, sino para transformarlos en meros
facilitadores de un curriculum del que tampoco participan y con actividades
diseñadas por la corporación en lo que podríamos llamar: la fase superior de la
concepción bancaria de la educación,
ahora: ¡digitalizada!
Como vemos, no se trata de una inocente plataforma digital donde aparecen
inversiones millonarias en dólares porque los inversores padecen de filantropía
aguda.
¡Venden! Los contenidos curriculares a los gobiernos y a las familias.
Pierre Omidyar es el titular de Omidyar
Network y de eBay, empresa
valuada en 31.500 millones de dólares.
Mientras que su fortuna personal era de 12.7
billones de dólares en 2019, el dueño de esas empresas y copropietario de
cadenas de resort, hoy tiene 13,1 billones[9].
No es curioso, este es el sistema que permite la concentración de la
riqueza aún más velozmente que en décadas anteriores y deja como contrapartida
la precarización laboral, la desocupación y el aumento exorbitante de la
pobreza. Otra prueba del pendular esquizofrénico que el capitalismo enmascara,
como decía al comienzo del artículo.
Penetración cultural
TICMAS, que en el caso de Misiones activa su plataforma llamada Guacurarí, deja en evidencia, siguiendo a Alfredo
Grande, que el nombre del que fuera Comandante General de Misiones en 1815, Andrés Guacurarí está restituido
desde una plataforma virtual y como consecuencia, vaciada su esencia: “El único gobernador indígena de nuestra
historia ejerce una conducción humana, justa y socialmente revolucionaria,
recordando y aplicando la máxima artiguista al anunciar la primera reforma
agraria de América ‘que los más infelices sean los más privilegiados’. Ante
todo abolió la servidumbre en todas sus formas y repartió tierras a los que las
habían perdido a manos de la conquista, el saqueo, la estafa o todo eso a la
vez. Durante su gobierno, se eliminaron del territorio bajo su jurisdicción
todos los símbolos, escudos y emblemas que pervivían de la colonización
española, y recobraron su vigor los cabildos de los pueblos originarios que
tenían una función central en la administración del territorio fomentando la
producción y comercialización de la yerba mate y la fabricación de pólvora y
hasta la instalación de hornos para fabricar puntas de lanzas”[10].
Algún desprevenido dirá que son casualidades… que es en homenaje… o
cuestiones del “sentido común” parecidas,
en esos enunciados de derrota implícita. Pero elegir el nombre de un
originario que ocupara el cargo de gobernador precursor de la reforma agraria,
repartidor de tierras y comandante de las fuerzas que enfrentaron a los
portugueses, deja afuera cualquier especulación conformista. Porque en el
futuro Guacurarí será una plataforma
digital por imposición de la “innovación educativa”.
Y a propósito de lo que nos falta analizar de lo dicho por el
gobernador actual al medio que lo entrevistó. Repasemos: “Estamos en una situación de emergencia. A veces esas situaciones son
una oportunidad. En la provincia hace años estamos apostando por la innovación
educativa…”
Iniciábamos este artículo viendo aquello de la doctrina del shock que
describía Naomi Klein en su libro y es justamente lo que queda materializado en
los dichos del gobernador, que muy lejos está de ser Andrés Guacurarí.
El gobernador actual afirma que “estamos en una emergencia” y que
“estas situaciones son una oportunidad” y esa oportunidad es lo que él llama,
“innovación educativa”.
Tal vez en esas nociones de simplificación lingüística haya que buscar
la respuesta a la creencia impuesta por el delirio corporativo de pensar la
innovación educativa en términos de reproducción tecnológica.
Queda más claro todavía, como efecto de la cuarentena generalizada que,
escuela, aula, docente son irremplazables.
Que la pedagogía del individualismo es ilusoria como el mercado; que
llenar de software, app y plataformas congestionadas de contenidos digitales no
son más que molestias sobre lo que ya es una carga: el aislamiento de las
familias a las que incluso se las responsabiliza de manera implícita, si no
contribuye a la "educación bancaria digital” que en el mejor de los casos
sirve para “llenar” tiempo.
¿Acaso se les consultó a los docentes cómo proceder en esta coyuntura?
¿Acaso saben esas estandarizaciones digitales del ser y estar ahí, donde se reproduce el vínculo a
través de la pedagogía colectiva, donde se aprecia el gesto, el otro; el ser y estar en la escuela?
La decisión ministerial vía Consejo
Federal de Educación, una entidad del todo burocrática que no sólo no resuelve
sino que complica, porque son figuras político/administrativas, que se renuevan
periódicamente.
¿Acaso no debería disolverse esa entidad burocrática para dar paso
a una de las innovaciones que el sistema
educativo necesita; que sean los docentes los que lo impulsen, lo piensen y le
den continuidad?
El sistema de educación argentino lejos de achicar la fragmentación
social, la impulsa desde la división en público y privado, por una parte y las
desigualdades al interior del sistema público con las diferencias en la
inversión por estudiante en cada una de las jurisdicciones, por otra.
¡Y ese es un efecto de la desnacionalización!
No hay márgenes para mayor desigualdad y fragmentación en 24
jurisdicciones donde, además, el emergente privado ha cooptado el sistema público.
¿Acaso fragmentar es democratizar?
No hay ninguna duda de que el pensamiento “esquizofrénico” en
educación actúa en doble vía, por un lado, rompe el vínculo pedagógico y por
otro, instala la fascinación de que la innovación educativa se define en
plataformas virtuales que se venden en el mercado, así como la falsa creencia
que dice que la “calidad educativa” se define por el resultado de las pruebas
estandarizadas, otro de los artilugios de una negocio multimillonario, por eso
el “filántropo” Bill Gates apuesta a ese “commodity”, como al de la charterización de las escuelas
públicas.
Suponiendo además, la estandarización de les estudiantes. Un delirio
que concibe la educación como “servicio” que el “usuario” requiere en relación con
sus demandas (hasta que el modelo estalla, como en Chile).
Para finalizar…
La escuela se tiene que transformar, eso está claro; librarse de
dependencia de la colonialidad del poder.
Socializar la escuela como punto de partida para salir del modelo que
impone como valor el individualismo, el éxito del ingenuo y perverso emprendedurismo, que suponen la
ruptura de lo colectivo y la competencia por la apropiación de lo común, de lo
público para convertirlo en recurso transable, en objeto de mercado.
La socialización de la educación debe ser uno de los pasos para la
transformación social, política y económica que se requerirá para el mundo pos-pandémico,
libre de los virus contaminantes y la esquizofrenia
“solidaria” del capitalismo y sus plusvalías mortales.
*Profesor y Licenciado en Letras (UBA). Docente
durante 30 años en la Escuela de Comercio 3 Hipólito Vieytes (CABA) de la que
se retiró como Rector en 2015. Autor del Ensayo “La novela educativa o el relato
de la alienación” (2005) con prólogo de Osvaldo Bayer y de
numerosos artículos.
Publicado 2019, “La educación en la era
corporativa, la trama de la desposesión” un esfuerzo conjunto de
Ediciones Herramienta y el Portal Contrahegemonía Web.
Productor periodístico y columnista del
programa radial “La Deuda Eterna”.
[1]
Nahomi Klein. “La Doctrina del Shock, el auge del capitalismo desastre” 1°ed.
1° reimp.- Buenos Aires.. Paidos. 2008
Fredric Jameson (165 a 187 pp.)
[3]
Alfredo Grande es médico psiquiatra, psicoanalista, psicólogo social,
cooperativista y autor, entre otros textos, de “La cultura represora y la
revolución”. Fundación Pelota de Trapo. 1° Edición. Avellaneda. 2018
[6]
Darío Balvidares “De la reforma educativa y el imperativo colonial tecnológico” publicado
en Rebelion.org y en Contrahegemonía Web. Mayo 2019
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