Tanto la educación como la tecnología son campos complejos, atravesados por las políticas, así en plural, porque no se trata sólo de una discusión en el ámbito de la política educativa, sino de las presiones de las políticas de mercado.
Hace unos años, cuando el debate sobre las aplicaciones tecnológicas aparecía sobre incipientes modelos básicos de plataformas digitales incluidas en las netbooks (distribuidas por Conectar Igualdad para alumnxs de las escuelas secundarias) con los equipos técnicos que desembarcaban en las escuelas para realizar la capacitación docente, en la que también se incluyó el programa I Learning, para la gestión de clase y la evaluación de estudiantes, de esto hace poco más de 10 años; fue entonces que empezó a cobrar mayor relieve, lo que había sido plasmado con mucha anterioridad en los documentos reformistas, la sustitución del docente por la figura del facilitador. Primero en las “recomendaciones” de los organismos internacionales, luego en los documentos vernáculos de los ministerios de educación y al mismo tiempo, reforzando la idea, con el eufemismo de las “necesidades en el siglo XXI”, las ong y fundaciones, listas para vigorizar, con su discurso de “asociaciones sin fines de lucro”, el neoliberalismo educativo, que sustrae al docente las herramientas con las que trabaja, la pedagogía y la didáctica.
Pedagogía y didáctica que aparecen sustituidas por las tecnologías de la educación provistas por las EdTech y manifiestas como tecnologías del aprendizaje y sistemas de gestión de aprendizajes para el alcance de los estándares de los polémicos Objetivos 2030 (OSD4).
El proceso de sustitución que se puso en marcha no se detiene, promocionado por dirigentes políticos, el propio presidente y sus acercamientos (cholulos) a los milmillonarios de la industria tecnológica; con poca o nula intervención en el debate de los sindicatos mayoritarios y poca o nula información en el campo de la propia docencia; el proceso se “vende”, incluso desde los medios hegemónicos, que también son (o pretenden) ser parte del mercado de la “modernización de la educación”.
Por supuesto que no estamos en contra de los avances tecnológicos que beneficien al conjunto de la población; ni, específicamente, a la tecnología como herramienta a seleccionar por el cuerpo docente, dentro del canon didáctico en educación; pero los avances tecnológicos no parecen tener esa orientación, más bien se imponen con acuerdos entre empresas y funcionarios de turno como una suerte de convenios de servicio.
Aquí caben señalar dos cuestiones: una, el desplazamiento del docente a la figura del facilitador y la sustitución de la pedagogía y la didáctica por las tecnologías del aprendizaje, que tiene como consecuencia la alteración del binomio enseñanza –aprendizaje, con todas las complejidades de carácter epistemológico que ello implica en un cambio de paradigma que potencia la performatividad económica de lxs estudiantes formándolos en aprendizajes por competencias para privilegiar lo que el mercado necesita, antes que su propio desarrollo intelectual.
Dos, la invasión de las EdTech luego de que la pandemia les sirviera como campo de experimentación masivo para empujar a los gobiernos a las propuestas de lo que llaman “educación híbrida”, también con las consecuencias que traen estas implementaciones idealizadas por el mágico mundo de las políticas de mercado, aceptadas sin ninguna reflexión crítica por quienes deciden el destino de nuestros niñxs, adolescentes y jóvenes.
Hace, apenas, poco más de un año publicamos en este mismo portal, un artículo bajo el título, EdTech, la avanzada privatizadora y capitalismo de plataformas, en el que analizábamos la trama de relaciones que se impone en el capitalismo cognitivo y, como bien decíamos, en una de sus extensiones, el capitalismo de plataformas. Allí mostrábamos como el departamento “filantrópico” de Google, Google for education, anunciaba, en agosto de 2.020, la promoción de diferentes alianzas con países de America Latina y el apoyo explícito a la red Teach for All (con todo lo que ello implica en el colonialismo educativo) para actuar desde sus distintas subsidiarias (“Enseña por Argentina”, en nuestro caso, con actuación desde hace varios años, a través de convenios en varias jurisdicciones).
También, alertábamos sobre el proyecto In Bloom (2013), financiado por la Fundación Gates, destinado a la recopilación de datos de lxs estudiantes en Estados Unidos y que fuera cancelado en 2014 por la preocupación sobre la vulneración de la privacidad de lxs alumnxs. Sin embargo, las empresas digitales encontraron la manera de continuar ya no a través de proyectos de “recolección de datos”, sino ofreciéndose como “servicio público”.
Cabe recordar que el 30 de mayo, el señor presidente durante una de sus giras, mantuvo una reunión con Mark Zuckerberg, Ceo de Meta y mantuvo encuentros con ejecutivos de ChatGPT, Google y Apple, para ofrecer a la Argentina como “polo de innovación tecnológico”.
Unos días antes, el 16 de mayo, se había hecho público un comunicado de prensa de la Comisión Europea referida a la utilización de la información de los usuarios de las redes sociales de su propiedad, Facebook e Instagram; sobre todo por la posibilidad de haber transgredido la Ley de Servicios Digitales sobre la protección de menores.
El 6 de junio Meta recibió 11 denuncias por el uso de datos para entrenar a sus modelos de IA sin la autorización de los usuarios. El grupo noyb (none of your business {no es asunto tuyo}), ha presentado quejas en 11 países europeos, pidiendo a las autoridades que inicien un procedimiento de urgencia para detener el proyecto de Meta. Por el momento Meta aseguró la suspensión del mismo, pero en el comunicado de noyb, dice “…que la empresa quiere tomar todos los datos de usuarios públicos y no públicos que ha recopilado desde 2007 y usarlos para cualquier tipo indefinido de “tecnología de inteligencia artificial” actual y futura. Esto incluye las numerosas cuentas de Facebook ‘inactivas’ con las que los usuarios apenas interactúan, pero que aún contienen enormes cantidades de datos personales…”.
No es la primera vez que Meta es demandada, en octubre de 2023 fiscales de 41 Estados y el distrito de Columbia en Estados Unidos, elaboraron un Informe de más de 200 páginas, que en las cuestiones generales afirma que “Meta se aprovechó de su potente tecnología para atraer, involucrar y, en última instancia, atrapar a jóvenes y adolescentes (…) su motivo es tratar de maximizar ganancias financieras (…) y ha ignorado el gran daño que estas plataformas han causado a la salud física y mental de los jóvenes de nuestra nación…”. Los fiscales se hicieron eco de las denuncias de distritos escolares que advertían sobre los problemas mencionados en el informe.
Como vemos, el tema es absolutamente complejo, como se evidencia en las breves perspectivas que hemos recorrido en este artículo, pero que tal vez sirvan para no tomar el tema ni a la ligera, ni con la dudosa ingenuidad que proponen quienes hablan de la “modernización” de la educación.
Si ahora, el docente pretende ser transformado en facilitador de las tecnologías del aprendizaje; deberíamos preguntarnos con el avance de la IA, cuánto falta para que sean reemplazados por autómatas.
La propia UNESCO, instruyó un documento sobre las cuestiones éticas, incluso desarrolló una guía para las personas a cargo de formular políticas en la que textualiza que hay que “garantizar el uso ético, inclusivo y equitativo de la IA en la educación”; sin embargo en el apartado “¿Qué impacto tendrá la IA en las funciones de los docentes?”, la respuesta es suficientemente clara: “… a medida que las funcionalidades de la IA mejoren, aliviarán inevitablemente a los docentes de un número cada vez mayor de cargas. En consecuencia, a medida que las herramientas de IA se hagan cargo de las tareas de transmisión de conocimientos, facilitando el pensamiento de orden inferior de los estudiantes, los docentes desempeñarán un papel más reducido. En teoría, esto permitirá a los docentes centrarse más en el diseño y la facilitación de las actividades de aprendizaje que requieren un pensamiento de orden superior, creatividad, colaboración interpersonal y valores sociales, aunque, sin duda, los desarrolladores de IA ya están trabajando para automatizar también estas tareas…”.
En el apartado, “Qué impacto tendrá la IA en la autonomía del estudiante”, (… la capacidad de acción de los estudiantes podría verse socavada por un mayor uso de la IA adaptativa en la educación. Esto significa menos tiempo para que los estudiantes interactúen entre sí, más decisiones tomadas por las máquinas y más atención al tipo de conocimiento que es más fácil de automatizar…”.
Frente a esta posibilidad la guía UNESCO, con un ejemplo que resulta aún más inquietante, sobre Summit Learning (una plataforma de aprendizaje) “…desarrollado por ingenieros de Facebook y que se utiliza en 400 escuelas ha sido el centro de las protestas y boicots de los estudiantes…”, porque no podían interactuar y llevaban horas sentados frente a las computadoras, lo que les preocupaba es que “…el programa eliminara gran parte de la interacción humana y el apoyo docente necesarios para el desarrollo del pensamiento crítico…”, por supuesto que Zuckerberg no estuvo de acuerdo.
¿Pero no hablaban del uso ético? ¿Cuál es la ética de la IA? ¿Acaso como nos enseña Zuckerberg, la IA no se “alimenta” de la data que extrae de las propias plataformas y de la circulación de los flujos de información de internet? Pero, ¿Quién y cómo decide qué información? Estas son algunas de las preguntas que deberíamos hacernos antes de pensar en la “ingenuidad” y “objetividad” y los “desafíos”, como plantea la UNESCO, para llegar a los ODS4 (Objetivos de Desarrollo Sustentable-Educación).
Claro está que, como siempre, la entidad para la Educación y la Cultura, aparece como mediador en el desigual maridaje público-privado, donde lo público termina siendo subsumido por el capital privado para su expansión. Hasta los fiscales de Estados Unidos lo dicen en su Informe contra Meta: “su motivo es tratar de maximizar ganancias financieras”.
El manejo de la IA es previsible en el mundo capitalista y en sus versiones de capitalismo cognitivo, capitalismo digital y sus derivados como el capitalismo de plataformas, la IA creada por este sistema no hará otra cosa que adoctrinarnos en el propio sistema que le da entidad (digital), que puede generar ilusiones de realidades alternativas, pero pretender que la creación de “innovadores” milmillonarios pongan a “trabajar” a la IA en beneficio de la humanidad, es tan utópico como pensar que pondrán su capital a disposición para el fin de la pobreza, que ellos mismos generan para amplificar sus ganancias de la mano de gobernantes que los creen “héroes” creados por las “fuerzas del cielo”.
Para reforzar nuestra posición, podemos ejemplificar con el certamen de belleza para elegir a la Miss IA 2024, que se realizó desde la plataforma World AI Creator Awards, en el que fue coronada Kenza Layli como la primera Miss IA del mundo, luego de haber competido con más de 1.500 modelos cibernéticas. Pero eso no es todo, la definen como “una defensora del empoderamiento de las mujeres”, según el New York Post.
No sólo se trata de la “belleza marroquí” de Kenza; el panel de jueces, estaba compuesto por expertos en concursos, dos humanos y dos androides: Andres Bloch, fundador de medios, emprendedor y asesor de relaciones públicas; Sally-Ann Fawcett, historiadora y autora de libros sobre concursos de belleza; Aitana López y Emily Pelligrini, androides hechos con IA.
Por supuesto que lo que también se evalúa a la hora de la elección son la cantidad de seguidores y la métrica de la audiencia que tienen las competidoras en otras plataformas.
Lo que nos ocupa no tiene que ver con la curiosidad de un evento de belleza cibernética, sino en relación con lo que nos preguntábamos más arriba, cuál es el salto de calidad que nos permitiría la IA en nuestras vidas, que no termine siendo otro modelo tecnológico para reforzar los “valores” de la explotación capitalista.
Porque en este caso puntual del concurso Miss IA, lo que se reprodujo es el fundante patriarcal y estereotipado de cualquier concurso de belleza del mundo real y con las mismas marcas que promueven las declamaciones sobre el “empoderamiento de la mujer”, que, necesariamente, puesto en el discurso del capitalismo, se traduce como sinónimo de éxito, llevando la importante historia de lucha colectiva de las mujeres al plano individual del “triunfo” personal del culto al individualismo.
Para finalizar, le pregunté al propio GPT-Chat si la IA era un negocio millonario, la respuesta fue múltiple, pero lo más contundente es que: “… el mercado global de IA se valora en decenas de miles de millones de dólares y se proyecta que alcanzará cientos de miles de millones en la próxima década. Según algunas estimaciones, el mercado de la IA podría superar los $500 mil millones para 2025”.
Tal vez, podamos amplificar el debate para contestar la pregunta del título de este artículo. Yo tengo la respuesta.
Darío Balvidares
Imagen destacada: Red Educativa Mundial
Publicada en Tramas 22-07-24