Mientras recibe denuncias espurias de apología del terrorismo, el actor y maestro de actores, director de teatro y cine, referente cultural pasó por el aire de Periodismo en Movimiento y brindó una clase magistral.
El miércoles en el programa que se emite por Onda Latina (AM 1010) tuvimos el inmenso placer de entrevistar, quien escribe estas líneas junto a Alfredo Grande, Daniel Campione y Keila Lachner, al enorme Norman Briski, tras sus declaraciones en la entrega de los premios Martín Fierro al cine; ceremonia en la que le otorgaron la estatuilla con la distinción de Premio a la Trayectoria.
Para los medios sensacionalistas (casi todos) el breve y sentido discurso del maestro de actores en el momento de recibir su premio, la noticia lejos estuvo de un análisis de los criterios de verdad, sino que la “primera plana” la ocuparon con el repudio de la sionista DAIA y las denuncias por presunta “apología de terrorismo” y por “apología del crimen” e “incitación a la violencia”, casi un disparate de dispendio leguleyo, sin pretender entrar en comparación con los dichos presidenciales. ¿Acaso la libertad de expresión solo funciona para las minorías que traman nuestros destinos?
Pero en esta nota, no nos vamos a ocupar de tamaño delirio, ni tampoco de la “marca Martín Fierro” devenida a otorgar premios sobre cine, cuando Aptra, tiene periodistas de espectáculos para la entrega de premios sobre radio y televisión, como bien decía nuestro compañero Daniel Campione momentos antes de la entrevista.
Sí, nos sentimos interpelados, en las palabras de nuestra compañera Keila Lachner, certera en su interpretación, referida al discurso de Norman Briski en los premios Martín Fierro: “… más allá de lo que dijo, creo que además de todo, terminó rescatando el arte y la cultura como una forma de resistencia, porque lo que pasó en el momento en el que nombra a Gaza y que hace un silencio y nombra a Gaza otra vez y hace otro silencio, a ustedes no sé, a mí me conmovió y supongo que a mucha gente logró conmoverla y me parece que ese es el rol, en última instancia, que tiene que tener el arte, en estos momentos o en ente contexto (…) el arte que es capaz de conmover (…) más que por lo que dijo, por los silencios, produce…”
Y esta reflexión previa de Keila fue premonitoria, porque la entrevista fue conmovedora, con un decir que atravesaba lo íntimo y se proyectaba sobre los acontecimientos.
En el comienzo de la entrevista, nos agradece el llamado y define el momento como un “momento exótico”, sobre todo por las reacciones de “linchamiento judicial” de esas minorías portadoras de delirios omnipotentes propios de las derechas que establecen el “alucinatorio social”, parafraseando uno de los conceptos que siempre intenta que no olvidemos, nuestro compañero, Alfredo Grande, que abre la entrevista que será la clase magistral de Norman Briski, preguntando desde la simpleza: “Cómo te sentís vos”, en el contexto de las repercusiones que produjeron sus declaraciones.
La respuesta oscilaba y marcaba el estado de ánimo del actor: “por momentos, preocupado; por momentos, son cosas que pasan; momentos, hay que defenderse; momentos, hay que atacar; momentos que te hacen latir más el corazón, te hacen sentir vivo, al mismo tiempo que no quiero estar tan vivo para estas cosas…”, toda una caracterización de una subjetividad que muestra la templanza del que sabe que sus palabras provocan la reacción de las minorías que se saben sin argumentos ante la evidencia del genocidio que, efectivamente, se está produciendo en Gaza, sin embargo despliegan los fuegos judicializatorios contra el parresiastés, el que dice la verdad (parresía: decir todo, decir la verdad asumiendo el riesgo frente al poder).
Sin embargo, la verdad de la evidencia está en las palabras de Norman Briski donde se cruzan la política, la ideología, las miradas culturales transformadas por el arte, por el arte de decir que conmueve.
En el devenir de la conversación navegamos por el concepto de ficción, “…la ficción es como una interpretación que busca más la verdad que la propia realidad (…) se trata de que el arte y todas las formas expresivas estarían queriendo acercarse más a la objetividad de la realidad (…) es un juego humano de excelencia, según en manos de quién cae, si cae en manos del mercado va a hacer que seas un consumidor…”. Toda una idea sobre los alcances de la ficción, cuando es cooptada por el mercado, deja de ser formadora de subjetividad para transformarnos en un consumidor, es decir en un sujeto pasivo y estandarizado.
Pero no solo es el mercado que coopta a la ficción, al ser del arte, sino que la política burguesa la ha tomado, “… nos han sacado la ficción (…) quién la tiene, la tiene este gobierno (…) porque se apropia de los significados, de las representaciones…”.
El desfinanciamiento del cine que asumió como política el gobierno del Javier Milei, presupone también borrar su historia, por eso Briski vuelve a insistir con los cineastas que “hablaban de nuestra realidad, que se han puesto a pensar en las escenas que contiene la sociedad, que no se ven, que están oscuras, que están reprimidas…”. El cine, en tanto manifestación artística, como revelador de lo oculto/social y luego de las llamadas “industrias culturales”, las diferencias entre ese cine “industrial” de mercado y el cine “que no es industria, es heroico, es un cine heroico”, reafirma. De las “industrias culturales”, la conversación hace el enroque con la acumulación del capital y esta idea del capital atraviesa todas las capas sociales.
Pero, luego volvemos a lo subjetivo a lo íntimo que se hizo público en la ceremonia de los premios que es parte de las industrias culturales. Un interesante análisis en el que previamente aclaró que había ganado otros Martín Fierro y nunca fue a recibirlos, pero en este caso entiende que sabía que se iba a “juntar con la farándula”, reflexión que le permite pensar que todo se vuelve espectáculo, “la Casa Rosada como espectáculo” y “la gente está sometida a que va a ver el espectáculo de determinada clase política, de determinados actores, porque está involucrada la farándula…” refiriéndose, a que frente a la miseria y la carencia, el espectáculo es una “salida sensual de la imposibilidad de ser él el actor” .
La imposibilidad de que seamos los actores de nuestros destinos, es también estrategia de ese espectáculo farandulesco que funciona como disuasor e incluso disciplinador entre bambalinas, que nos entre-tiene, es decir, nos sostiene entre. Una interpretación posible, o por lo menos, la que hago luego de escuchar esa secuencia de la entrevista.
Los últimos ocho minutos de la charla con una potente matriz pedagógica, expone al ser humano en toda su dimensión subjetiva comprometido contra las formas de violencia que legitiman los que repudiaron su discurso y lo acusan de “terrorista” y “antisemita”, sin embargo, en su clase magistral, Briski se expone, “siento un enorme dolor por lo que está pasando en Gaza (…) no voy a arrepentirme de nada de lo que dije porque pienso que es mi cuerpo el que pongo (…) yo soy judío si hay antisemitismo, pero yo soy argentino, como argentino soy judío si hace falta, negro si atacan a los compañeros de Estados Unidos (…) soy aquel que está siendo eliminado, como lo que se conoce en la historia, eliminar para tener más poder, porque lo que están haciendo es para quedarse con esos territorios, es el Estado de Israel, no son los judíos…”
Esta breve nota sobre la entrevista intenta poner en la escritura algunas de las ideas que Norman Briski nos dejó para pensar un mundo mejor, con conceptos que surgen, incluso de lo cotidiano familiar: “yo tenía a mi tío, hermano de mi papá, que nos escribía diciendo ‘acá estamos con los compañeros palestinos viviendo’ y era como una alegría saber que esos pueblos semíticos estaban conviviendo en paz…”.
El parresiastés dice la verdad, la verdad que incomoda al poderoso, la verdad que se escribe con el cuerpo y con el arte, pero no con la imposición, ni el temor: “… a mí ningún gobierno me va a decir lo que tengo que hacer…”.
Para quienes hacemos el programa, Periodismo en Movimiento y escribimos en el portal de noticias tramas.ar la charla con Norman Briski nos confirma que la búsqueda de la verdad no es una cuestión privativa de la filosofía o de las manifestaciones artísticas, el periodismo necesita abrevar en laverdad, dejar el espectáculo, el mercado y sus industrias periodísticas, incomode a quien incomode, porque sólo la verdad conmueve, porque la verdad, en los tiempos que corren, es la única posibilidad de rebelión contra la política (como dice nuestro compañero Alfredo Grande) del cinismo y la hipocresía.
Darío Balvidares
Publicadda en Tramas 26/10/2024
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