Una experiencia distinta en teatro, específicamente en unipersonales o como el propio actor y guionista lo denominó, stand up. Alfredo Grande, de la risa a la emoción en esta puesta en la que nos interpela.
En la naciente noche de este sábado pasado, cruzada por la marcha del Orgullo, literalmente cruzada porque pasaba por la puerta de la sala donde nuestro compañero en este portal estaba por estrenar el stand up, con los coloridos colectivos, la música y los cánticos abonaban en la Avenida de Mayo un clima festivo que demoró el comienzo de la representación por cuestiones obvias, los problemas para llegar; hasta el protagonista incluyó la situación cuando dijo, “tuve que estacionar en Chascomús”.
Pero nada podía empañar el unipersonal que estaba a sala plena y demasiado fresca por efecto del aire acondicionado, aunque se fue templando con el correr de los minutos por la intensidad de la trama narrativa que nos demandaba a lxs asistentes el esfuerzo de pensarnos “encerrados” en el malestar que nos provoca la cultura represora, esa categoría tan abarcadora con la que trabaja de manera magistral, Alfredo desde su psicoanálisis implicado.
Pero no se trata de una sesión de análisis, sino del “bienestar”, aunque parezca una contradicción y a propósito de ella, el standapero nos envuelve en una atmósfera de historias, de ideas en donde las certezas ya no son tan ciertas, de la lógica a la dialéctica, de la racionalidad a la inversión de esa misma racionalidad y entonces de las “verdades” del refranero clásico a la inversión de esa razón autoritaria y el por qué de , “más vale bueno conocido que malo por conocer”, y entonces se pregunta y nos pregunta el actor “¿acaso eso no es anular el futuro?”.
El humor como vehículo es la herramienta perfecta para producir conocimiento, para la reflexión individual y colectiva. Y eso se logra en Combatiendo el malestar. El stand up de Alfredo Grande es performativo, nadie sale como entró, eso es bienestar. La iluminación del escenario y las secuencias musicales contribuyen a generar la atmósfera donde las palabras intervienen en el pensamiento.
El humor, las risas y la emoción, todo contribuye a la constelación de la performatividad, nos lleva a repensar lo dado como simple, a lo que se esconde en un andamiaje más complejo, desde la histórica publicidad del veneno para los mosquitos (Raid), a la noción de exterminio: “… los mata bien muertos”.
Lo revolucionario también tiene su lugar (aunque en mi fuero íntimo, creo que la totalidad del stand up es revolucionario), cuando desde secuencias humorísticas, por momentos muy cómicas hasta el propio ejemplo con el Che Guevara, nos muestra la diferencia entre el límite de la limitación.
Sobre el final, pero no tanto, nos introduce en la (su) intimidad, con el relato de “Bronco”, un caballito de madera, que trajo al escenario, de esos que hace muchos años algunos teníamos como juguete al que podíamos “montar” a los 4 o 5 años para inventarnos historias, pero que ahora se transforma en parte de su historia y de las nuestras (ese u otro juguete).
Particularmente, creo que fue el momento en el que la emoción recorrió toda la sala y fue la conclusión de un gran hecho pedagógico en épocas de “exterminio” emocional para recuperar y sostener el pensamiento crítico.
Además de pasar un grato momento, Combatiendo el malestar es, sin lugar a dudas, una trinchera para enfrentar la batalla cultural contra la barbarie del pospensamiento impuesto por las minorías que traman nuestros destinos.
Publicada en Tramas 4/11/2024
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