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martes, 6 de agosto de 2024

La transeducación, un experimento en marcha

 

El marcado desembarco de la Inteligencia Artificial (IA), con la que ya convivimos en redes, aplicaciones y las Tecnologías del Aprendizaje y el Conocimiento (TAC), son agentes que vienen a prometernos la educación perfecta y la muerte de la pedagogía.

Hace algunos días publicábamos, en este mismo portal, “¿La educación necesita de la Inteligencia Artificial o a la inversa?”, artículo en el que desarrollamos algunas señales en cuanto a la amplificación exponencial del avance del mercado tecnológico en educación.

El ingreso de las empresas EdTech con sus plataformas digitales, provocan el desplazamiento de la figura del docente a la del “facilitador”, tal como ya se había estipulado (¿programado?) en diferentes documentos de los organismos internacionales en los que la llamada “reforma educativa” tuvo sus primeros esbozos de aplicación global a principios de los 90: UNESCO, Banco Mundial, OCDE; junto a instituciones intermedias que funcionaron como organismos de ejecución, monitoreo y evaluación: PREAL (Programa de promoción de la Reforma Educativa para América Latina y el Caribe) con sede central en Washington.

Está, o debería estar, más que claro que el “facilitador” es una nueva figura en un nuevo paradigma colonial/digital, porque no se trata de una conversión, sino de un desplazamiento, el diseño del capitalismo digital y una de sus extensiones, el capitalismo de plataformas vía EdTech, van configurando una nueva forma de ser y hacer en educación, al mismo tiempo que la educación por competencias formatea la subjetividad de lxs estudiantes.

¿Frente a este panorama no deberíamos hablar del creciente y continuo ingreso en una territorialidad de tipo transeducativa?

La ocurrencia tecnológica, no se presenta como mera herramienta para ser operada por maestrxs y profesorxs, ni para ser un simple insumo didáctico que responda a un encuadre pedagógico pensado por el docente. Las TAC de las que hablábamos al principio de esta nota y las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), son las mediatizadoras conceptuales en la era de la transeducación.

Las TIC no son ingenuas, ni objetivas, producen sentido, es falso lo que algunos gurúes del mercado tecnológico argumentan cuando nos hablan sobre la importancia de formar en competencias a lxs estudiantes porque, arguyen, “que el conocimiento está en internet”, sofisma repetido por la pléyade de los llamados “especialistas” en educación, sin ningún tipo de filtro crítico y también por un vasto sector de la dirigencia política, que repiten el eslogan por ignorancia o compromiso corporativo.

En el artículo citado al principio nos habíamos referido a los alcances de la avanzada del proceso endoprivatizador de la educación, al principio con la generación de un mercado con una primera invasión de  ong y fundaciones corporativas y sus improntas, como lo venimos sosteniendo desde hace años, para, posteriormente, en una segunda invasión, el desembarco de las EdTech (la pandemia les facilitó la incursión acrítica, propia de la “doctrina del shock”), que profundizaron y aceleraron el cambio al paradigma colonial/digital, con la inclusión de la IA.

Decíamos que la propia UNESCO advertía en un documento para quienes diseñan las políticas educativas que deben “garantizar el uso ético (…) de la IA en educación” y, también señala sobre el impacto que tendrá sobre la autonomía del estudiante que podría verse “socavada”; así como, en principio “las funcionalidades de la IA mejoren, aliviarán inevitablemente a los docentes de un número cada vez mayor de cargas. En consecuencia, a medida que las herramientas de IA se hagan cargo de las tareas de transmisión de conocimientos, facilitando el pensamiento de orden inferior de los estudiantes, los docentes desempeñarán un papel más reducido”, agrega el documento.

Claro que en este contexto capitalista y con los avances (apropiadores y privatizadores) de la tecnociencia, la automatización del docente será el objetivo de mediano plazo.

Por supuesto que la UNESCO, advierte y señala, pero demás está decir que acompaña el proceso, como uno de los faros intelectuales de la reforma que ahora está, en lo que dimos en llamar, la etapa de la transeducación.

No hay duda y sobran pruebas de que la educación no sólo es un fabuloso mercado valuado en miles de millones de dólares y es por eso que los milmillonarios (como Bill Gates o Mark Zuckerberg, entre otros), bajo la fachada de filántropos siguen invirtiendo e imponiendo los sentidos de la educación, así como el valor performativo de lxs estudiantes mediante la imposición de la adquisición de habilidades que les permita tener éxito en un mundo (diseñado por ellos en tanto cabales exponentes del capitalismo digital) donde la competencia es el denominador común de ese “éxito” encubridor de las más perversas desigualdades sociales; sino que también es un amplísimo campo experimental de los productos tecnológicos y sus impactos en la, todavía, vida humana.

Data entry

La puesta en crisis de la educación abre el paso para la expansión del experimento transeducativo, ese ademán del capitalismo digital lo podemos enmarcar, sin temor a equivocarnos, en el debate cultural que propone el transhumanismo (TH)en tanto se percibe como corriente filosófica que aboga por el “mejoramiento de la condición humana”, bajo el supuesto del imperativo tecnológico y una futura singularidad tecnológica capaz de no sólo igualar la singularidad humana sino superarla, como plantea el discurso del posthumanismo (PH) más radicalizado.

Es importante reiterar, como ya lo hemos hecho en otros artículos, que no es la tecnología ni su desarrollo lo que aquí se pone en discusión, porque nadie podría estar en contra de una prótesis, ni de las aplicaciones de un stent (endoprótesis vascular) para “mejorar” la salud de un paciente coronario o la radioterapia (invasiva pero efectiva contra el cáncer); lo que entra en discusión son los supuestos del TH de la “mejora de la condición humana”, prescindiendo del concepto de “salud”, es decir para practicar sobre la humanidad “sana”, interviniendo con un fármaco para “controlar” su atención, por ejemplo (como ya se practicó sobradamente sobre lxs estudiantes de fines de los 90, principios de los 2000 a quienes se les diagnosticaba “trastorno por déficit de atención/hiperactividad TDAH” y de la noche a la mañana tuvimos en las aulas, alumnxs diagnosticados y medicados por la moda TDAH).

Porque, permítanme que sospeche (y no soy el único), que el sentido que por ahora se ve como uno de los objetivos de estas corrientes de pensamiento y de la propia tecnociencia aplicada en estos supuestos, es el control.

El transhumanismo propone una mirada biotecnológica que tiene el propósito de transformar la vida y procurar el bienestar. En pos de esa premisa es que cobran mayor significación, las que se dieron en llamar tecnologías convergentes NBIC (nanotecnología, biotecnología, tecnologías de la información y tecnologías cognitivas). Este encuadre transhumanista pone en tela de juicio la naturaleza humana, al mismo tiempo que borra lo límites entre lo natural y lo artificial, pero no escapa a la noción de progreso del Humanismo clásico, a diferencia con los que profesan el posthumanismo, que niegan esa noción. Pero convergen en que ambas “corrientes de pensamiento consideran que la eliminación de las fronteras entre el ser humano y la máquina (y entre lo real y lo virtual) es una forma de liberación”, cómo lo afirma el filósofo y epistemólogo español, Antonio Diéguez (2020).

Un debate al que debemos ingresar de manera inevitable, como educadores y pedagogos porque la carrera ya está iniciada desde hace unos cuantos años, tal vez uno de los principales aportes al transhumanismo es el que realizó Ray Kurzweil, con el concepto de “singularidad tecnológica”, un concepto que preanuncia el fin de la singularidad humana, incluso su desaparición.

Aunque más allá de la discusión filosófica sobre el tema, no hay que perder de vista el capitalismo digital gobernando las tecnociencias, porque el mismo Kurzweil, fue nombrado Director de Investigación de Google. Con la participación de otros inversores privados, crearon en 2009 la Singularity University, que está ubicada en un centro de investigación de la propia NASA. En 2017 ofrecieron una conferencia en Buenos Aires con el apoyo de Deloitte (transnacional de consultoría y asesoría financiera) y Unicef (y la participación de Marcos Galperín). ¡Celebración transhumanista! ¡No faltó nadie!

Transeducación: un camino de ida

Estamos asistiendo a un período transeducativo de amplio espectro. El científico e investigador, Andrej Karpathy,que fuera, también, director del departamento de inteligencia artificial de Tesla (empresa del milmillonario Elon Musk) y cofundador de Open IA, anunció la creación de la empresa de “inteligencia artificial y educación (…) somos Eureka Labs y estamos construyendo un nuevo tipo de escuela nativa de IA…”,según sus propias palabras en un posteo en la red X.  

Por supuesto que no deja de tener el atractivo que supone el desarrollo tecnológico, lo preocupante es el para qué, porque, además del “control”, el otro de los objetivos del utilitarismo tecnológico es la “sustitución”. Lo hemos experimentado, con la robótica en las automotrices; o en la tecnificación del agronegocio y su desarrollo tecnológico en las alteraciones genéticas de las semillas. Por un lado, el desplazamiento de lxs trabajadorxs; por el otro, el advenimiento de los productos transgénicos y sus agrotóxicas consecuencias para el ecosistema (sólo para ejemplificar, porque el capitalismo no tiene plan B respecto de masas de trabajadores humanos arrojados a la nada, ni para los humanos víctimas de la contaminación que la propia expansión capitalista produce).

Entonces, Karpathy, con su nueva plataforma tecnológica, capaz de diseñar asistentes IA de enseñanza para guiar a los estudiantes en el curso de Eureka Labs, pone en escena lo que el mismo llamó “simbiosis entre el profesor y la IA”.

Aún con la premisa de que los docentes no serán reemplazados por algoritmos (todavía), el científico agrega en su posteo de X que “el profesor sigue diseñando los materiales del curso, pero cuentan con el respaldo, el aprovechamiento y la ampliación de un asistente de enseñanza de IA que está optimizado para ayudar a guiar a los estudiantes a través de ellos”. Interesante, porque la IA se alimenta de esos datos que lxs profesores le brindan (hasta lograr su autonomía).

Y aquí me surge otra duda, que no es cartesiana sino más bien, marxiana, porque como de capitalismo estamos hablando y aquí eso se referencia en “maximizar ganancias financieras” (como 41 fiscales de Estado Unidos le dijeron en su informe donde demandaron a Mark Zuckerberg por el impacto negativo en la salud de los estudiantes que produjo la empresa Meta con su potencia tecnológica -octubre 2023-), no debe faltar mucho para el reemplazo liso y llano del docente, porque, de hecho este paradigma transeducativo, ha decidido la obsolescencia de la pedagogía y está en proceso de abolición la didáctica, en tanto disciplinas de pensamiento humano.

Algunos interrogantes se empiezan a suceder frente al avance tecnocientífico en educación y no sólo es en la dimensión ética, como intenta anclar el debate la UNESCO.

Quienes fuimos educadores sabemos que las pedagogías han sido una parte fundamental del debate educativo desde las concepciones instrumentales de la educación en función utilitaria (como la que viene imperando de la mano de la reforma economicista de la educación), hasta las concepciones de una pedagogía social, crítica de carácter emancipatorio que se centre en el desarrollo intelectual del estudiante y no en su adiestramiento en las habilidades que necesita el mercado, para seguir optimizando ganancias.

Si la tecnología, como pretenden los transhumanistas, vine a “mejorar la condición humana”, entonces por qué abolirla en pos de un imperativo de dudosa valía axiológica y epistemológica y suplantarla por la inestable “condición tecnológica”.

En el mismo sentido, si las tecnologías de la educación, llegaron como “herramienta” (la netbook en el aula con el estudiante) antes de la pandemia, porqué se apropian las plataformas de los espacios didáctico/pedagógicos, bajo la máscara de tecnologías del aprendizaje y quebrando el vínculo humano que sostenía el binomio enseñanza/aprendizaje como una unidad de sentido pedagógico.

Si la pedagogía en educación se sostiene como vínculo humano, la devaluación de lo humano, concepción encarnada en el transhumanismo y más radicalizada en el posthumanismo (augura su desaparición), lejos están de la premisa de “mejoramiento de la condición humana”; o tendríamos que elucidar cuál es el valor epistemológico de “mejoramiento de la condición humana”, sabiendo, incluso, que un sector de la sacralidad tecnológica pone en duda la existencia de la “condición humana”.

 Ambas corrientes, en la especulación transeducativa y posteducativa que aquí planteo, han decidido que la pedagogía ha muerto, por eso la importancia de desplazar al docente a la figura de facilitador y después a proveedor de data hasta su total y completa prescindencia.

Un chip, una interfaz, una insignificante modificación genética o tal vez un fármaco operaran los tecno-aprendizajes en el “mejoramiento de la condición humana”, hasta la realización de la utopía cibernética, la “condición poshumana”, el triunfo de la “singularidad tecnológica”. Pero ya no lo podremos debatir, porque será la era del pospensamiento (humano).

Darío Balvidares

Imagen destacada: Alerta digital

Publicado en Tramas 06/08/2024

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